Monday, October 13, 2008
La Orquídea del desierto
A veces, se me olvida lo afortunado que soy por hacer cosas que me hacen sentir bien independientemente de mi profesión. Desde hace un par de años, escribo en dos revistas musicales: Indie-Rocks! y Círculo Mix Up, lo que me ha dado el enorme y -aunque suene mal- abusivo placer de promover con mis textos a grupos que realmente admiro como Black Rebel Motorcycle Club, The Dandy Warhols y Earlimart.

Pero de alguna manera, durante ese tiempo solo había publicado textos acerca de la obra de otros en forma de reseñas, crónicas o entrevistas. Eso hasta el mes pasado, en que la revista Indie Rocks! publicó el primer cuento de mi autoría que aparece en una publicación de distribución nacional.

Escribir es para mi una experiencia personal, parecida a escuchar música con unos audifonos grandotototes que aislan la mente, creando un espacio en donde nadie mas tiene tiene cabida y en donde las palabras se van acomodando hasta producir un texto que tal vez no sea el mas virtuoso, el mas trabajado o el mas creativo, pero que a final de cuentas es mio y de nadie más.

Un producto intangible que a veces, es posible regalar a las personas que mas quieres...

Arte del diseñador mexicano Emmanuel Peña

"La Orquídea del desierto"
Cuento

Por Pedro Escobar

Cuento publicado en el número de Septiembre 2008
de la revista Indie-Rocks!


Para Laura Suárez

Estabamos tan obsesionados por lo que haríamos cuando se nos acabara el petróleo que nadie reparó en que primero se nos acabaría el agua. La escaséz de alimentos fue la primera señal de un colapso que alteró la realidad de nuestra generación.

Esta no es una historia de amor, pero como todas las historias de esa índole, comienza con un hombre, que ante la ausencia de sueño y abundancia de obsesiones femeninas termina por hacer caso a las voces internas que le dicen: si, ella es la indicada, tienes que hacer lo que te pida para conquistarla.

Cuando la conocí me pareció aterradora, su belleza y excentricidades me parecieron bizarras, pero con el tiempo comprendí que Gaia mas bien era ecléctica, una persona que disfrutaba de la vida con una serie de complejidades personales tan peculiares como montar un jardín de orquídeas en su balcón y humedecer los pétalos de sus flores con sus propios labios.


Caprichosa, como la mayoría de los mujeres, Gaia se empeñó en que le consiguiera un ejemplar particularmente difícil de encontrar y que crecia en un lugar al que pocos se atrevian a entrar. Fue asi que siguiendo sus instrucciones, crucé el limite de dos estados hasta toparme con un camino pedregoso, justo en medio de un valle árido, tan agreste que las rocas que tapizaban la vereda amenazaban con romper la suspensión del auto y tuve que caminar desafiando el calor que para el medio día ya rebasaba los 35 grados.

Busqué en vano una sombra donde resguardarme de la quemante lengua del sol mientras repasaba las instrucciones que Gaia había escrito con detalle en mi libreta:

“Si caminas durante tres horas por el camino de terracería en dirección al norte encontrarás el cause de un arroyo seco. Si sigues ese arroyo encontrarás los remanentes de un bosque de arboles secos, en cuyo centro verás una colina resplandeciente, formada con millones de botellas de plástico que seguramente debieron contener el liquido suficiente para rellenar el lago que alguna vez existió en ese mismo lugar".

No fue necesario esperar las tres horas para ubicar el tiradero de botellas, el reflejo me pegó en la cara muchos kilómetros antes.

“Rodea el cerro de botellas y justo detrás, encontrarás una vereda que te indicará el camino cuesta abajo de una barranca, en cuyo fondo encontrarás un cementerio en ruinas y cuyos únicos visitantes son los ancianos de un pueblito cercano que estan en espera de cambiar su residencia permanente hasta ese lugar”.

Paradójicamente, el lugar donde se había construido el cementerio era el lugar mas habitable en ese desierto. La sombra que proyectaba la barranca sobre el campo santo provocaba un remanso de calor que hacia posible caminar entre las tumbas, conforme avanzaba, noté que la edad de los muertos era alarmantemente menor a la mia, lo cual no me pareció casual debido a la creciente desnutrición infantil y a la carencia de agua en kilómetros a la redonda.

Me cuestionaba las razones por las que Gaia me había enviado a ese entorno muerto a buscar flores, si bien algunas culturas asocian a las orquídeas con los muertos y éstas se caracterizan por brotar en condiciones agrestes, me parecia un exceso encontrarlas en ese paraje desolado. En eso pensaba cuando llegue al fondo del cementerio y quedé pasmado ante lo que vi: en un cuadrante de 4 por 4 metros había hierba, algunas flores campestres y una buena cantidad de orquídeas rojas en botón justo como la que Gaia buscaba.



Desenterré una de ellas con calma, cuidando no romper las raices para sacarla intacta, pero justo cuando la trasplantaba a la maceta que llevaba conmigo, una voz detrás de mi me advirtió:

-No debería estar haciendo eso jóven. Las flores le pertenecen a los muertitos ellas eligieron brotar aquí. -

Un hombre viejo, me observaba fijamente con sus ojos cansados. Continué mi labor al tiempo que justificaba que mi labor pretendía preservar la planta y llevarla a un lugar con mejores condiciones para cultivarla.

-Algunos dicen que esas flores anuncian el fin del mundo. Cada que se nos muere alguien en el pueblo una flor de esas aparece. Yo creo que están malditas.

-Esas son creencias pueriles señor, supersticiones sin fundamento- Le extendé mi cantimplora y le invité a beber conmigo.

-Bebamos juntos y pretendamos que este encuentro nunca pasó. ¿Qué dice? ¿Por quién brindamos?

-Por usted, porque la flor le permita llegar con bien a su casa- dijo, bebiendo pausadamente.

Hubo un silencio incómodo antes de atreverme a cuestionar:

-¿Porqué lo dice?

-Porque se rumora que las orquídeas son las flores de los muertos y ellas eligen el difunto sobre el cual florecer como ofrenda para su alma-.

-¡Usted está loco! – le dije, arrebatándole mi cantimplora.

-Difícilmente alguien sale vivo de esta barranca, jóven. Si no lo mata el fregado calorón, lo matan los asaltantes o las culebras. Verá, aquí los rumores son verdades anticipadas.

No quise escuchar más y salí del lugar apresuradamente. No quise voltear atrás, pero alcancé a escuchar una ultima frase del viejo:

-¡Ay jóven! ¿No se da cuenta que la flor lo eligió a usted? Lo eligió de la misma forma en que las otras orquídeas eligieron a su difunto de entre los cuerpos de los niños muertos que hay en la fosa donde acaba de desenterrar su planta.

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posted by drneon at 3:24 PM | Permalink | 8 comments