En su libro "El Arte de La Felicidad", el Dalai Lama propone una sencilla fórmula para alcanzar la dicha: Identificar las cosas cotidianas que nos producen felicidad y mantenerlas alrededor nuestro la mayor parte del tiempo.
Si bien es improbable neutralizar los embates de la melancolía, si es posible en cambio, driblar sus embestidas valiendonos de las pequeñas cosas que nos hacen sentir bien. Dentro de esta lógica, me he definido como un tipo que no necesita grandes cosas para ser felíz. Realmente no creo que esta forma de pensar pueda asociarse con la mediocridad o la falta de ambiciones, tengo la impresión de que la felicidad no necesariamente debe ir asociada a la idea tradicional de éxito.
Mis paleativos favoritos no se encuentran en tiendas o restaurantes, sino en el non plus ultra de la vulgaridad, en los lugares comunes con tendencia a lo guarro, lo cual no es casual considerando que en el submundo de lo populoso siempre hay lugar a la dicha involuntaria.
En mi lista "Zen" de cosas favoritas puedo recuperar las siguientes:
Desde niño he tenido la maña de acariciar perros, (usualmente callejeros) aunque a algunos canes no les haga mucha gracia.
Oler el papel o el barníz de las páginas de un libro o revista nueva es una experiencia tan agradable como aspirar el olor a nuevo de un coche.
Me encanta la música, disfrutar de sus reacciones secundarias, encontrar en sus atmósferas nuevos amigos, reencontrarme con los viejos y recolectar palabras con las cuales darle forma a una crónica o una reseña como las que reproduzco en este blog.
Que alguna chica me sonría o me devuelva una mirada coqueta que provoque una sonrisa idiota indeleble durante el resto del día.
Toparme con un episodio de Don Gato y su Pandilla mientras cambio el canal de la televisión y repasar por milesíma vez los hechos que llevan a Don Gato a romper un cheque por un millón de dólares.
Disfrutar un café americano humeante en una mañana fría, disfrutar una cerveza de barril oscura con espuma, serle infiel a las marcas, probar un sabor diferente de refrescos diferente cuando voy a un supermercado.
Me encanta reir con las mismas bromas idiotas que yo y mis amigos
hacemos desde hace como cinco años.
Meter la mano en una fuente, romper alguna regla, llevar a mi sobrina a saludar a una butarga para apuchurrar el disfraz, buscar productos en oferta, conseguir cosas gratis, encontrar un par de tenis colgados de los cables de la luz, ver películas piratas por joder a las transnacionales gringas, comer pinole y chocolate oaxaqueño en algún mercado, comer tlacoyos de haba con nopales sentado en una banqueta, peor aún, prepararme un taco "de todo" sin romper la tortilla que lo contiene, comprar luchadores policromados "old style", jugar en un futbolito de feria donde se enfrentan el Necaxa contra el Manchester United, lograr pasar una cámara para tomar fotos en un concierto.
Capturar rayos de sol y guardarlos para un día nublado.
Hey:
Me gustó el post, aunque a veces uno no puede conservar todo lo que le agrade, en especial en esta sociedad tan esquizofrénica, por cierto cuando sacas otro podcast,ya los extraños. Saludos :)