Sunday, February 07, 2010
Me caí de la moto en que andaba... como a 60 km/hora :(


Hace unas horas terminó la transmisión de una edición más del Super Bowl. Entre todas los juegos de campeonato de la NFL que he visto pot TV, hay uno que recuerdo especialmente: la edición de 1995 que disputaron los Cargadores de San Diego y los 49ers de San Francisco.

La razón por la que recuerdo el Superbowl XXIX no tiene que ver con una cuestión de aficiones, sino porque ese día me desbaraté la rodilla mientras pedaleaba mi bicicleta de montaña y caí mal después de un imprudente salto. Recuerdo que esa tarde terminé viendo el juego con mi pierna extendida con una bolsa de hielo y una inflamación del tamaño de un melón en la rodilla.

Hoy, 15 años después, me pasó algo similar. La diferencia es que en lugar de una bicicleta, el vehículo que involucra mi accidente es una motocicleta. Afortunadamente, los saldos del percance no fueron tan dramáticos como en aquella ocasión.

Pero primero, póngase en contexto.
Desde hace tiempo tenía ganas de escribir una entrada en mi abandonado blog y pensé que una rodada sería buen pretexto para volver a escribir. El sábado hubo muy buen clima, por lo que decidí rodar al vecino municipio de Villa del Carbón para buscar en sus tiendas peleteras un par de guantes, comprar un poco de queso fresco y hacerme una fotos aprovechando los estupendos paisajes boscosos de esta parte del Estado de México.


Salí de Cuautitlán Izcalli al medio día. El sol brillaba muchísimo, pero no hacía calor gracias a un viento helado que despejó el cielo y reguló la temperatura. Salí con muy buen ánimo escuchando unas buenas rolas de Iron Maiden, AC-DC y Guns N' Roses en mi Ipod, que incluso me hicieron cantar un rato protegido por el anonimato de mi casco.

Pasé Tepotzotlán a buen ritmo y llegué a San Francisco Magú y San José del Vidrio rebasando autos en los topes. Después, mi velocidad cambió un poco al llegar al entronque de la carretera Nicolás Romero - Villa del Carbón, ahí encontré un tráfico cargado debido a las paradas continuas de los autobuses de pasajeros .

Casa renacentista estilo San Francisco Magú.

Después de pasar Cahuacán, aceleré en unas largas rectas en donde es posible tomar una velocidad de entre 90 - 100 km/hr. Del lado derecho de la carretera, -en dirección a Villa del Carbón- hay un vaso regulador que se alimenta del agua de temporal que baja de los cerros, en ese lugar se ofrece comida y es posible rentar lanchas y caballos por alrededor de $40 la media hora. Después, comienza una zona de ascenso justo antes de las complicadas curvas en bajada que llevan a Villa.

Y entonces sucedió. Después de alcanzar la cima del cerro en el que comienzan las zona de descenso, recuerdo venir circulando detrás de varios automóviles y un molesto camión que retrasaba el paso. Circulabamos a velocidad crucero de 50 km/hr cuando antes de una cerradísima curva, el estúpido camión frenó demasiado rápido.

Traté de frenar con el pedal de la llanta trasera, pero en cuestión de segundos ví que no sería suficiente y metí de golpe el delantero. No podría describir fielmente lo que pasó después, solo recuerdo que perdí el equilibrio de la moto e instintivamente trate de mantenerme sobre las dos llantas primero con un pie, luego con el otro, pero las llantas se habían bloqueado y la velocidad era demasiada de modo que caí al suelo. Afortunadamente el camión avanzó y caí derribado dentro de mi carríl, pues la carretera federal es una vía de únicamente dos carriles.


Al fondo, el lugar de los hechos. Nótese el voladero delimitado por las guardas.

Dos segundos después me ví en el suelo, volcado del costado izquierdo y con la moto aprisionando mi pierna izquierda. Lo primero que pensé fue voltear hacia atrás, providencialmente el auto que venía atrás ya se había detenido, así que traté de incorporarme, pero tuve que batallar por lo pesado de la moto. Al segundo intento logré liberar mi pierna y de inmediato traté de levantar la Enticer, pero no tuve éxito hasta que el conductor de una camioneta que venía en el carril contrario se paró a ayudarme, me preguntó si estaba bien y siguió su camino.

Ya de pie y con la moto sobre sus dos ruedas, llegó corriendo otra persona que portaba sombrero Tejano a auxiliarme. Varias veces me preguntó si estaba bien y yo respondí que si, le comenté que me había ayudado muchísimo la chamarra de seguridad. "Solo te faltaron los guantes, sino no te hubiera pasado nada" - me comentó. En ese momento me dí cuenta que mi mano izquierda tenía un gran raspón.

Tardé un poco en regresar del shock de haberme caido. Incluso no lograba encender mi moto, intenté varias veces presionar la marcha sin darme cuenta que había cerrado el switch de arranque con la llave. Después de encender el motor, agradecí al hombre, -que había corrido desde unos locales de comida cercanos a la curva en la que me caí- su ayuda. La persona volvió por donde vino después de darme una palmada el hombro, me despedí de él y emprendí la marcha.

Lógicamente, recorrí el resto del trayecto a una velocidad varias veces menor a la que había circulado antes de caerme. Después de tomar las peligrosas curvas de bajada que anteceden a la entrada de Villa me detuve en la gasolinera para lavar mis heridas y hacer un recuento de los daños. Cuando bajé de la moto me dí cuenta que también me dolía la rodilla izquierda y el antebrazo derecho.





Los saldos del chingadazo.

Pese a que mi chamarra de seguridad lucía sin daño, cuando me despojé de las dos chamarras que portaba pude ver un amplio raspón en mi antebrazo izquierdo y uno más pequeño en mi rodilla. En cuanto a la Black Beauty no hubo grandes daños que lamentar salvo un par de raspones en el poza-piés y en la tapa del cárter. Afortunadamente, la nobleza de la Enticer 125 YBA hizo que mi pérdida de la virginidad en materia de accidentes en el motociclismo fuera menos traumática. Snif!

La Black Beauty es de acero. Daños mínimos.

Llegué a Villa del Carbón con los nervios crispados. Me tranquilizé buscando mis guantes. Después de husmear en un dos locales encontré un par a mi gusto en una tienda peletera al amigable precio de $135. Después compré una pieza de queso fresco y un poco de requesón casero por $50. Luego de tomar un refresco, llamar a mi novia para contarle mi accidente y mandarle un SMS al Almighty con el mismo asunto, decidí emprender el regreso a un paso mucho más calmado.

Varias veces me paré a hacerme algunas fotos.
Primero en el altar a la Virgen de Guadalupe en la entrada de Villa, después en la curva donde me caí, luego en el vaso regulador que antes mencioné, y finalmente en lo alto de una colina desde donde se apreciaba una magnífica vista de los volcanes gracias a la claridad del día. Eso me tranquilizó un poco para llegar a Izcalli un poco más sereno y buscar un antinflamatorio y el excelente antibiótico de la solución Microdacyn, que de verdad, vale los $135 que cuesta a la hora de desinfectar y acelerar la oxidación (cauterización) de las heridas cutáneas.



Unas fotillos para calmar los nervios

¿Qué enseñanzas me dejó la caida de la moto?

Que nunca hay que fiarse de los traicioneros camiones de pasajeros.

Que siempre es mejor hacerse a un lado cuando el auto de atrás te viene presionando.

Que la inversión en el equipo de seguridad nunca será excesiva: Casco, chamarra de seguridad, botas, guantes y si es posible, pantalón con protecciones son implementos obligados por más breve que sea la rodada.

Que a veces subestimo la buena voluntad de las personas. Además de los dos hombres que llegaron a mi auxilio, varios automovilistas que venían detrás se detuvieron para preguntarme cómo estaba y si necesitaba ayuda.

Que es genial poder volver a escribir: "Nos vemos en el camino" después de esta experiencia, en que la vi tan cerca.


Labels:

 
posted by drneon at 8:36 PM | Permalink | 7 comments