Wednesday, September 15, 2010
Pensamiento bicentenario

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.


Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.


"Alta Traición"

de José Emilio Pacheco

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Sunday, August 29, 2010
El miedo a México

Hay veces que pienso que lo peor de este país es una buena parte de sus habitantes. En esos momentos es inevitable sentir cierta pena de formar parte de lo que algunos llaman patria.

Los mexicanos siempre hemos tenido un contacto cercano con la violencia excesiva y el derramamiento de sangre irracional. No es casual que sigamos exaltando íconos como la piedra de sol que aparece en la moneda de $10 y que posiblemente fue un fetiche en torno al que se sacrificaron miles de vidas a merced del fanatismo religioso de los Mexicas.

Tampoco es casualidad que nuestro himno nacional recurra a excesivas onomatopeyas de corte violento para exaltar el amor a la patria. No se a ustedes, pero al menos a mi me daría mucha pena que mis hijos (si es que algún día los tengo) fueran obligados a cantar coplas como estas:

Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la Patria manchar los blasones,
Guerra, guerra, los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.

Lo anterior viene a cuento por la terrible noticia que tiene que ver con la masacre con tintes genosidas que una banda de delincuentes mexicanos (por no decir animales) perpetró contra 72 migrantes centroamericanos que tuvieron la osadía de cruzar por este país con la esperanza de conseguir un nivel de vida digno en Estados Unidos.

Hoy están todos muertos, ¡72 personas! Si de por si es difícil dimensionar 72 ataúdes dispuestos uno tras otro, imaginar la escena de 72 familias llorando a sus muertos resulta dantesca.

La pena, la enorme vergüenza de ser mexicano me llevó a subir en mi moto y dirigirme a La Casa del Migrante ubicada en el vecino municipio de Tultitlán. El refugio, fundado por los sacerdotes de la Iglesia de San Juan Diego se dedica a brindar alimentos y un lugar de descanso a los ciudadanos centroamericanos que llegan al lugar a bordo de los trenes de carga provenientes del sureste y que buscan abordar los vagones de carga que tienen como destino final la frontera con Estados Unidos.



El refugio se ubica en Cerrada de la Cruz #15, Colonia Lecheria, un barrio popular como muchas otras en la zona metropolitana, no fue difícil llegar pues se ubica en el anexo de la Iglesia de San Juan Diego. En el lugar, una modesta pinta sobre las paredes color salmón identifica a la modesta Casa del Migrante. En la entrada se anuncia el horario de atención: a partir de las 8 de la mañana y hasta las 9 de la noche. Ahí, los viajeros pueden pernoctar y descansar por un día entero, aunque en caso de que lleguen heridos pueden permanecer por más tiempo.

Héctor Vargas, el encargado del refugio me recibió y agradeció las donaciones de alimentos y ropa en buen estado que lleve. Héctor, me contó que debido a lo que pasó en Tamaulipas los migrantes tienen miedo y el flujo de personas ha disminuido considerablemente. También me explicó que de los 50 migrantes que llegaban diariamente al refugio, al momento de mi visita solo se encontraba 8 en el lugar.

Los migrantes tienen miedo de pasar por México. Muchos de ellos han desistido de seguir hacia Estados Unidos y regresan a sus paises por miedo a la delincuencia mexicana. Un golpe de realidad contra quienes muchas veces exigimos respeto a los derechos de los compatriotas que han emigrado a Canada y Estados Unidos, y que, nos guste o no nos guste, muchas veces resultan ser nuestros familiares o amigos cercanos.

Héctor me ofreció pasar a conocer el albergue, en el interior vi rostros cansados y con cierto hartazgo en su mirada. La apariencia de esas personas no es diferente a las que todos los días vemos en la calle o en el transporte público. La única diferencia es el acento en su voz y la atmósfera de melancolía y frustración que flota en el ambiente. Es triste decirlo, pero en el lugar se percibía una barrera defensiva que es sencillo comprender al imaginar todo lo que sufren en su peregrinar.

Me hubiera gustado cruzar un par de palabras con ellos, pero comprendí que no era el momento para hacerlo. Ellos no estan ahí por gusto propio y seguramente preferirían olvidar muchas de las cosas que podrían contarme.

La Casa del migrante consta de un salón de unos 5 metros de ancho por unos 120 de largo en el que se ubican alrededor de 30 literas y una área con sillas plegables en donde es posible distraerse mirando un pequeño televisor.

El refugio cuenta con ducha, sanitarios y un lugar para lavar ropa. Del lado derecho, hay un comedor en el que se sirven alimentos regularmente subsidiados por fondos donados por la diócesis local.

Héctor me habló de las carencias de la casa del migrante. Hace falta de todo, pero muy especialmente necesitan azúcar, café, papel higiénico, alimentos en grano y enlatados así como ropa en buen estado, particularmente ropa interior y calcetines. También son bien recibidas medicinas en buen estado y con fecha de caducidad vigente.

Después de dejar mi donativo, -que francamente se me hizo insignificante en relación a la enorme labor que hacen estos voluntarios- me despedí con la promesa de regresar e incentivar a otros motociclistas a que colaboren con donativos para el refugio.

Tal vez, lo único rescatable de lo que pasó en Tamaulipas sea el hecho que se dio a conocer.

Héctor me platicó que cosas como lo de Tamaulipas ocurren regularmente sin que nadie se entere. Por lo que, de alguna forma, sacar a la luz estos hechos terribles tal vez sirva para que los ciudadanos de a pie nos sacudamos el sonsonete del bicentenario y nos pongamos en movimiento para que este país de verdad mejore.

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Sunday, August 08, 2010
Black Beauty en los Viñedos -Rodada cumpleañera en 3 tiempos

I.- Año Uno

Este mes cumplí un año como propietario de la motocicleta Yamaha Enticer 125. Aunque no es el primer vehículo que tengo, la Black Beauty si ha sido el medio por el que he experimentado un tipo diferente de libertad.



Algunas veces acompañado y otras en solitario, he disfrutado a lo largo de este año de inigualables paisajes montañosos llenos de vegetación, del caprichoso movimiento de los vientos que transportan las nubes cargadas del agua que al caer, se deposita en los mansos lagos y en los galopantes ríos, que con la síncopa de su movimiento marcan el inagotable ritmo de la vida.


Hace tiempo leí en un artículo del periodista Sergio Sarmiento que define mi breve experiencia en el mundo del motociclismo:

"Tener una motocicleta es una experiencia especial. El gusto que proporciona conducir uno de estos vehículos, especialmente en carretera, es enorme. Es similar al que produce, para quien le agrada la equitación, un caballo fuerte y veloz. Conlleva una sensación de libertad que es difícil encontrar por otros medios.

A pesar de ello, andar en moto es un placer solitario. Cuando uno avanza en carretera con el casco puesto se encuentra esencialmente solo. Quizá por eso andar en moto es tan fascinante: un recordatorio ineludible de la soledad del ser humano."





Ese placer introspectivo y de relación íntima entre la moto y su dueño hace que en ocasiones, los motociclistas terminemos por otorgarle vida propia a nuestars máquinas, dándoles incluso un nombre propio o hablando con ellas mentalmente.

Apelando a estas emociones, y motivado por la lectura del libro "Libertad en movimiento" de Vicente Bertely, que mi adorada Laura me hizo favor de conseguirme, decidí emprender mi primer viaje interestatal en motocicleta. La consigna de este recorrido fue adquirir experiencia de manejo en una autopista de alta velocidad y de paso, confrontar a las autoridades federales, que obligan a los motocilistas a pagar injustamente la misma tarifa de peaje que los automovilistas.


III.- 365 Kilómetros por la Autopista México Querétaro SIN pagar casetas.


Esta rodada de un día se originó en Cuautitlan Izcalli. El destino final que elegí fueron las cavas y viñedos de La Redonda, ubicadas el municipio de Ezequiel Montes en el estado de Querétaro. El primer reto de este viaje fue burlar la primera caseta de la autopista México Querétaro, que cobra $66 tanto a autos como a motos.

Aquí recurrí a un foro de motociclistas de Harley que encontré en internet y que recomendaba rodar sobre la lateral de la autopista con dirección a Tepotzotlán, doblar a la derecha a la altura del hotel City Express ubicado a un costado del puente que lleva al centro de Tepo y después seguir hasta encontrar una gasolinera ubicada del lado izquierdo del camino. Es ahí donde comienza la avenida industrial, que hay que seguir, pues va paralela a la autopista y pasa al lado de la caseta.


Lo siguiente que hay que hacer es seguir por av. Industrial hasta encontrar un camino de terracería del lado izquierdo (en google maps aparece como 15 de septiembre) que conduce a un lugar al lado de la autopista en el que... ¡la malla de división está abierta para motociclistas!



Cabe mencionar que por ese resquicio no pasaría un auto, pero es perfecto para que una moto se incorpore a la autopista sin problemas. Una vez ahí circulé la totalidad del camino al tope de velocidad de mi pequeña moto, siempre por el carríl de baja, a una velocidad crucero que rondó entre los 80 km/h en tramos de subida, hasta los 110 e incluso 120 km/h en tramos de bajada.

El siguiente reto fue burlar la caseta de peaje de Palmillas. Lo cual me resultó un poco más fácil, pues antes y después de la caseta de peaje de Polotitlán existen dos pasos a desnivel inaccesibles para los autos , pero al que las motos pueden ingresar con un poco de precaución. Yo me decidí a usar el segundo, de modo que me escabullí por un tramo abierto de la alambrada.




El paso a desnivel conduce directamente al entronque de la carretera Polotitlán - Taxhay que lleva a la carretera libre Atlacomulco - Querétaro, ésta desemboca delante de la caseta de Palmillas, por lo que con estos dos sencillos movimientos, (que pueden repetirse de regreso), un motociclista puede ahorrarse alrededor de $130 de casetas, e invertirlos en una cantidad igual de gasolina, (de hecho yo gasté $140 en combustible y terminé con gasolina de sobra).




Con la primer meta completada, me concentré en manejar defensivamente, manteniendo un paso constante y ubicandome, en la medida de los posible, detrás de vehículos grandes con velocidad crucero de 100km/h para cortar las fuertes rafagas de aire que constantemente sacudían a mi ligera motocicleta.



III.-Black Beauty en los viñedos

Salí a las 8:30 de mi casa y alas 10:20 ya me encontraba en Polotitlán, por lo que tuve tiempo de conocer el poblado, explorar las posibles rutas que usaría de regreso y seguir adelante, con tiempo suficiente para alcanzar San Juan del Río cerca de las 12 y dirigirme a Tequisquiapan. Ahí decidí detenerme algunos minutos para disfrutar de las aguas claras y el verde paisaje de la presa ubicada en ese lugar.



Después de descansar y hacerme unas fotos aprovechando el agradable día soleado que me tocó disfrutar, seguí adelante con dirección al municipio de Ezequiel Montes. Ví al lado del camino muchísimos balnearios como Termas del Rey y el Oasis, pero no les presté mucha atención y seguí adelante hasta llegar a la entrada de la vinícola Mexicana La Redonda.


Es justo destacar que las instalaciones de este lugar son decididamente de primer nivel. Estacionamiento, plantaciones, restaurante, tienda y por supuesto ¡degustaciones y cata de vinos!


Según las placas museográficas, en ese lugar se cultivan y fabrican muchas variedades de vinos espumosos y secos. Se pueden adquirir vinos tintos, rosados y blancos e incluso algunas variedades de sidra, pero yo el que elegí fue un vino tinto Ruby Cabernet de sabores frutales y caracter dulce que probé y me pareció delicioso. El precio también se me hizo accesible: $81 la botella. Nada mal para ser un producto orgánico, artesanal y lo mejor de todo ¡100% nacional!







Alguna vez escuché en el radio una entrevista que le hacían a los exitosos empresarios vinícolas del estado de Baja California. Cuando les preguntaron a estos hombres cual era la clave de su éxito, uno de ellos no dudó en responder: "¡Es que nos quedan muy lejos las pirámides!" .



Más tarde supe que el emprendedor ironizaba respecto a que los resultados de su empresa eran producto de haberse alejado de los prejuicios históricos y la mentalidad conformista de muchos mexicanos, que piensan que si algo nunca se ha hecho en México (como comercializar vino de alta calidad, en lugar de los folklóricos tequilas y mezcales de toda la vida) sencillamente es imposible que la empresa prospere.





Debo confesar que salí del lugar con una grata impresión, y con ganas de regresar y visitar con más tiempo no solo a las instalaciones de La Redonda, sino también las Cavas de Freixenet y los demás viñedos que existen en el municipio de Ezequiel Montes.



Después de pasar por algunos encargos a Tequisquiapan y respostar combustible, emprendí el regreso a casa alrededor de las 3 de la tarde con la intención de evitar la lluvia que en estos días ha azotado la zona metropolitana de la Ciudad de México. Como aún había buena luz, a mi paso por Polotitlán me tomé un tiempo para tomarle fotos al busto del coronel insurgente Rafaél Polo, a quién Polotitlán debe su nombre, y al bonito Kiosko y relój ubicado en el centro de este poblado.



Nuevamente me incorporé a la autopista en otro paso a desnivel ubicado adelante de la caseta de peaje de Polo, acertadamente obstruido para autos, pero que como puede verse en la foto, no ofrece resistencia al paso de una moto promedio.



Seguí en dirección a la caseta de Tepo sin mayores complicaciones y, de hecho, hubiera llegado a casa sin mojarme de no ser por la intempestiva nube negra que me topé justo en el señalamiento que anunciaba ¡Tepotzotlán a 12km!

Apenas sentí las primeras gotas de lluvia, me enfundé en mi "discreto" impermeable amarillo pollo y recorrí los 12 kilómetros restantes hasta la caseta de peaje de Tepo, que como todos los domingos, lucía pletórica de autos esperando su turno. Como no encontré una forma más rápida de eludir la caseta, opté por dar la vuelta en u y regresar alrededor de 3 kilómetros en dirección a Querétaro, hasta encontrar nuevamente el agujero en la malla por el que había pasado por la mañana para "ahorrarme" los $66 que papá gobierno me exigía por prestarme SU camino que, dicho sea de paso, construyó con los impuestos de varias generaciones de mexicanos.


Fue así como celebré con esta rodada un año al lado de la Black Beauty. Sin decisiones concensadas, sin pertenencia u obligación con cofradías improvisadas y siendo dueño de mi propio destino para hacer lo que yo quiera. Fue así como disfruté nuevamente de ese placer culpable llamado: libertad en dos ruedas.

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Monday, May 31, 2010
33
Hoy es mi cumpleaños número 33. No tengo muy claro que sentimientos me genera darme cuenta que he llegado a una edad en la que a pesar de la apariencia o la forma en que se encara la vida, uno reconoce que no es del todo joven.

Tampoco se muy bien si a estas alturas la persona que soy, responde a las expectativas que me formulé de mi mismo hace 20 años. Fuera de los idealismos estereotipados de formar una familia o procurarse solvencia económica y bienes materiales, difícilmente alguien puede tener una idea clara de lo que llegará a convertirse al alcanzar la treintena. Por eso, cuando se alcanza esta etapa entre la juventud y la edad avanzada, es difícil discernir si se es una persona completamente plena y realizada. Aunque tampoco creo que valga mucho la pena preocuparse por ello.

Hace uno días volví a leer la anécdota que narra como en su juventud, Mick Jagger declaró que preferiría morir a seguir cantando "Satisfaction" después de los 45 años,. Y bueno, todo mundo sabe que hoy en día, con más de sesenta años a cuestas, Jagger y los Rolling Stones siguen tocando esa canción cada vez que salen de gira. Asi de incierta es nuestra expectativa de los años.

La vida es una moneda que gira al aire. Por eso, me da la impresión que hay que dejar de gastar tiempo siendo análiticos y encarar las cosas como son. A estas alturas, entiendo un poco mejor quien soy, reconozco que muchos de los aspectos de mi niñez cuando jugaba a solas y dibujaba historias en mis cuadernos se reflejan en mi personalidad, en mi profesión como diseñador y particularmente, en mi afición a correr largas distancias en solitario y a pasar horas escribiendo ficciones o redactando mis puntos de vista en torno a la música para las revistas en las que colaboro.

Del mismo modo, he llegado a entender mis limitaciones. Tengo dificultades para socializar y no me considero una persona particularmente talentosa, por lo que a veces, las cosas que produzco no siempre son bien recibidas, ni valoradas como yo quisiera. No creo que mi caracter sea precisamente el perfil de una persona de éxito, pero al menos reconozco que cuento con una pequeña cantidad de inteligencia y la persistencia suficiente para emprender proyectos y alcanzar ciertas satisfacciones que muchas personas de mi edad, instaladas en el camino tradicional, difícilmente experimentarán.

Vamos, no es que haya vivido mucho, pero al menos tengo la certeza de que viajar por todo México al lado de Laura, darme cuenta de que soy capaz de escribir ficciones que afectan positivamente a las personas o terminar maratones si me lo propongo son destellos que mantienen despierto mi apetito por querer hacer cosas diferentes.

Que yo sea quien soy, y no quien otros quisieran que fuera, es una de las cosas que más aprecio a estas alturas de mi vida. Aunque definitivamente no es del todo suficiente, considero que hasta hoy, he disfrutado más o menos de la vida que me ha tocado.

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Monday, May 10, 2010
Escape a la vida


La vida es movimiento. Los procesos vitales tienen una naturaleza dinámica que a veces provoca giros inesperados que nos sacan de la rutina y nos ponen en acción. Por desgracia, una vez que la moneda gira en el aire, uno esta a merced de la probabilidad y, de vez en cuando, suele caer en los sinsabores del lado negativo de la vida.

En meses recientes no me ha ido muy bien en el aspecto laboral. Perdí el empleo que me mantuvo por cinco años y la mayor parte del poder adquisitivo que progresivamente fui obteniendo al paso de los años. Por suerte, encontré una nueva oportunidad laboral en un corporativo al que ingresé apenas me separé de la agencia donde antes trabajaba.

Lamentablemente, el cambio no me permitió mantener mi nivel de vida, de modo que no solo perdí algo así como el 40% de mis ingresos, sino que también muchas de las libertades que antes me permitían escaparme a hacer una entrevista a una disquera a la hora de la comida, salir temprano para entrenar para una carrera o escribir en la oficina en algún momento libre.

Entiendo que esta es una racha temporal que debo superar, por eso me mantengo optimista y con los sentidos abiertos a la espera de una oportunidad que mejore estos aspectos de mi vida. Afortunadamente, hay muchas cosas que me animan, una de ellas es Resonancia Magazine, la revista electrónica que emprendí a finales del año pasado junto a mis amigos Jonathan Villicaña y Karina Cabrera y que hemos complementado con las excelentes y generosas colaboraciones de Enrique Dorantes, Helena Torres, Manuel Romero, Fernando García, José Antonio Sánchez y David Cedillo.

Otra de las cosas que me anima muchísimo es la oportunidad de viajar al lado de mi adorada Laura. Cada día de asueto o fin de semana largo es una excelente oportunidad para planear un escape de la rutina que nos lleve a conocer nuevos lugares sin importar la distancia, las limitantes económicas o las incomodidades que pueda exigir el viaje.

Mahahual fue el destino más reciente al que viajamos aprovechando las vacaciones de semana santa. El complejo turistico de Mahahual es un destino enfocado casi en su totalidad a la captación de vacacionistas extranjeros provenientes de los cruceros que atracan en sus playas y que gracias a sus paradisiacos atractivos y su ubicación privilegiada en la parte más atractiva del caribe llegan frecuentemente.

Por desgracia, viajar desde la ciudad de México a las playas del caribe mexicano es cada vez más complicado por la distancia y el alto precio de los boletos de avión. Es frustrante ver como el gobierno federal se empeña en beneficiar intereses de unos cuantos en detrimento del turismo nacional, que a diferencia del extranjero, es el que siempre saca a flote a esta industria en momentos de crisis.

La cancelación de vuelo a aerolíneas de bajo costo como Aviacsa, con el pretexto de ofrecer el servicio de una sola "aerolínea bandera" es totalmente absurdo. En un mundo globalizado y regido por las leyes de la oferta y la demanda, este tipo de argumentos no solo es una estupidéz, sino que sirven como una justificación amañada a la alza de tarifas hasta en un 30% por parte de Mexicana y Aeroméxico en plazas como Chetumal o Mérida donde anteriormente existía la alternativa de Aviacsa.

De modo que, sin la alternativa de adquirir un vuelo redondo hasta la frontera sur de la República, decidimos emprender el viaje de ida por tierra y volar de regreso desde Chetumal hasta la Ciudad de México por el abusivo precio de $2,100 pr persona. Como Laura pasaría algunos días con sus familiares en Tuxtepec, Oaxaca, yo emprendí el viaje en autobús unos días después para alcanzarla en aquel poblado.

El viaje en autobús de la terminal Tapo en la ciudad de México a Tuxtepec tiene un costo de $360 por ADO y una duración de 10 horas, con escalas en Orizaba, Cordoba y Tierra Blanca, Veracruz. El recorrido me permitió observar los diferentes cambios de clima y vegetación que imperan en los tres estados que crucé. Desde la temperatura templada y carente de vegetación de la zona metropolitana, pasando por el frío invernal y los espesos bosques de la serranía de Puebla, la humedad y la niebla de la sierra veracruzana, los paisajes de las cumbres de Maltrata y finalmente el calor tropical en los linderos entre Veracruz y Oaxaca que es propicio para las plantaciones de plátano, caña de azúcar y cítricos que se ven en el camino.

Al ver la cantidad de voladeros, ríos y obstáculos que hay que cruzar para llegar desde la Ciudad de México hasta Veracruz, valoré muchísimo las travesías que emprendían las comitivas Mexicas y Españolas en la antiguedad. Como ya antes me había topado con los cambios de clima repentinos en los autobuses, me previne y llevé la cobijita de felpa que no puede faltar en ningún viaje.

Aunque llevaba un libro en mi mochila, durante todo el viaje me entretuve mirando la guía Lonely Planet que compré el año pasado para revisar los atractivos de cada ciudad. Fue así que me enteré de las excurisones en bici de montaña que se ofrecen en Córdoba y que existe un edificio en el centro de Orizaba llamado el Palacio de Hierro, que literalmente es un Palacio de ese material que fue transportado en barco desde Francia y armado en esa ciudad en 1894 a encargo de Porfirio Díaz. Aunque no pude verlo me prometí que algún día regresaría a visitar esos atractivos.

Después de eludir varios cruces de ferrocarril y una airada manifestación que amenazaba con cerrar la carretera, mi camión finalmente hizo la última escala en Tierra Blanca, el último poblado antes de cruzar el puente que cruza el río Papaloapan y divide los estados de Veracruz y Oaxaca. Una vez del otro lado del puente, puede vislumbrar la localidad de Tuxtepec.

Salí en solitario un martes muy temprano, pero por la tarde ya me encontraba con mi Lau en Tuxtepec comiendo juntos, apenas unas horas antes de tomar otro autobús que nos llevaría a Villahermosa. Cuando no está inundada, la ciudad de Villahermosa es un importante punto estratégico para cambiar de autobús y dirigirse casi a cualquier lado. Nosotros llegamos alrededor de las 2 de la mañana para tomar el ADO, ahora rumbo a Chetumal.

Después de esperar alrededor de 40 minutos a partir de la hora indicada en nuestro boleto, nuestro autobús finalmente salió de Tabasco. En este trayecto, que fue el más largo del viaje, tuvimos mala suerte con los choferes, el primero venía con una gripe marca diablo que le hacía sonarse ruidosamente cada 30 minutos, y cuando nos lo cambiaron, ya en territorio Campechano, el conductor de reemplazo resultó ser un viejito que manejaba con una lentitud desesperante, apenas 80 km/h en tramos rectos.

Después de una pausa para desayunar en un reataurante carretero cerca de Escarcega, el camión siguió su recorrido, ya con luz de día, a lo ancho de la península de Yucatán. Durante ese trayecto pude ver la gran cantidad de zonas arqueológicas Mayas que están a pie de carretera, pude ver las desviaciones a Calakmul, Chiccana, Hormiguero y Xpujil antes de llehar a Chetumal.

Me pareció una excelente idea para un futuro próximo viajar en moto o establecer un campamento base en alguno de los hoteles de Xpujil para desde ahí recorrer la media docena de zonas arqueológicas en las inmediaciones de Campeche

Alrededor de las dos de la tarde por fin llegamos a Chetumal. Después de analizar nuestras opciones, decidimos lanzarnos con todo y maletas a la laguna de los siete colores en Bacalar. Como la distancia es mínima y los autobuses tardaban alrededor de una hora en salir decidimos viajar en taxi. Nos cobró $250, algo caro, pero realmente ya estabamos hartos del autobus, de modo que decidimos movernos y en 15 minutos ya estabamos en la orilla de la majestuosa laguna de Bacalar.



Un tour por la laguna salía en ese momento, de modo que con la intervención del lanchero encargamos nuestras maletas en el restaurante del lugar y nos trepamos a la lancha en un tour de 1 hora por solo $70 por persona. La lancha nos llevó a recorrer el interior de la laguna y a visitar el enorme cenote que, dada su profundidad, oscurece las aguas debajo de él.


Finalmente nos llevaron a una zona donde pudimos bajar del bote para nadar en las aguas pristinas de Bacalar. Cabe destacar que por alguna razón, la temperatura del agua en la laguna es bastante cálida y la arena en el fondo es suave y con el color y consistencia de la de las playas del caribe. El paseo por la laguna no es muy extenso, pero vale muchísimo la pena.




Después del recorrido comimos en el restaurante donde encargamos las maletas. Yo pedí un pescado bastante decente y Laura una pechuga de pollo. Cabe destacar que nos encontrabamos en la zona conocida como el balneario, cerca del fuerte de Bacalar, un lugar bastante socorrido por los habitantes de Chetumal, por lo que los precios en su mayoría eran bastante populares.



Continuará...


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Sunday, February 07, 2010
Me caí de la moto en que andaba... como a 60 km/hora :(


Hace unas horas terminó la transmisión de una edición más del Super Bowl. Entre todas los juegos de campeonato de la NFL que he visto pot TV, hay uno que recuerdo especialmente: la edición de 1995 que disputaron los Cargadores de San Diego y los 49ers de San Francisco.

La razón por la que recuerdo el Superbowl XXIX no tiene que ver con una cuestión de aficiones, sino porque ese día me desbaraté la rodilla mientras pedaleaba mi bicicleta de montaña y caí mal después de un imprudente salto. Recuerdo que esa tarde terminé viendo el juego con mi pierna extendida con una bolsa de hielo y una inflamación del tamaño de un melón en la rodilla.

Hoy, 15 años después, me pasó algo similar. La diferencia es que en lugar de una bicicleta, el vehículo que involucra mi accidente es una motocicleta. Afortunadamente, los saldos del percance no fueron tan dramáticos como en aquella ocasión.

Pero primero, póngase en contexto.
Desde hace tiempo tenía ganas de escribir una entrada en mi abandonado blog y pensé que una rodada sería buen pretexto para volver a escribir. El sábado hubo muy buen clima, por lo que decidí rodar al vecino municipio de Villa del Carbón para buscar en sus tiendas peleteras un par de guantes, comprar un poco de queso fresco y hacerme una fotos aprovechando los estupendos paisajes boscosos de esta parte del Estado de México.


Salí de Cuautitlán Izcalli al medio día. El sol brillaba muchísimo, pero no hacía calor gracias a un viento helado que despejó el cielo y reguló la temperatura. Salí con muy buen ánimo escuchando unas buenas rolas de Iron Maiden, AC-DC y Guns N' Roses en mi Ipod, que incluso me hicieron cantar un rato protegido por el anonimato de mi casco.

Pasé Tepotzotlán a buen ritmo y llegué a San Francisco Magú y San José del Vidrio rebasando autos en los topes. Después, mi velocidad cambió un poco al llegar al entronque de la carretera Nicolás Romero - Villa del Carbón, ahí encontré un tráfico cargado debido a las paradas continuas de los autobuses de pasajeros .

Casa renacentista estilo San Francisco Magú.

Después de pasar Cahuacán, aceleré en unas largas rectas en donde es posible tomar una velocidad de entre 90 - 100 km/hr. Del lado derecho de la carretera, -en dirección a Villa del Carbón- hay un vaso regulador que se alimenta del agua de temporal que baja de los cerros, en ese lugar se ofrece comida y es posible rentar lanchas y caballos por alrededor de $40 la media hora. Después, comienza una zona de ascenso justo antes de las complicadas curvas en bajada que llevan a Villa.

Y entonces sucedió. Después de alcanzar la cima del cerro en el que comienzan las zona de descenso, recuerdo venir circulando detrás de varios automóviles y un molesto camión que retrasaba el paso. Circulabamos a velocidad crucero de 50 km/hr cuando antes de una cerradísima curva, el estúpido camión frenó demasiado rápido.

Traté de frenar con el pedal de la llanta trasera, pero en cuestión de segundos ví que no sería suficiente y metí de golpe el delantero. No podría describir fielmente lo que pasó después, solo recuerdo que perdí el equilibrio de la moto e instintivamente trate de mantenerme sobre las dos llantas primero con un pie, luego con el otro, pero las llantas se habían bloqueado y la velocidad era demasiada de modo que caí al suelo. Afortunadamente el camión avanzó y caí derribado dentro de mi carríl, pues la carretera federal es una vía de únicamente dos carriles.


Al fondo, el lugar de los hechos. Nótese el voladero delimitado por las guardas.

Dos segundos después me ví en el suelo, volcado del costado izquierdo y con la moto aprisionando mi pierna izquierda. Lo primero que pensé fue voltear hacia atrás, providencialmente el auto que venía atrás ya se había detenido, así que traté de incorporarme, pero tuve que batallar por lo pesado de la moto. Al segundo intento logré liberar mi pierna y de inmediato traté de levantar la Enticer, pero no tuve éxito hasta que el conductor de una camioneta que venía en el carril contrario se paró a ayudarme, me preguntó si estaba bien y siguió su camino.

Ya de pie y con la moto sobre sus dos ruedas, llegó corriendo otra persona que portaba sombrero Tejano a auxiliarme. Varias veces me preguntó si estaba bien y yo respondí que si, le comenté que me había ayudado muchísimo la chamarra de seguridad. "Solo te faltaron los guantes, sino no te hubiera pasado nada" - me comentó. En ese momento me dí cuenta que mi mano izquierda tenía un gran raspón.

Tardé un poco en regresar del shock de haberme caido. Incluso no lograba encender mi moto, intenté varias veces presionar la marcha sin darme cuenta que había cerrado el switch de arranque con la llave. Después de encender el motor, agradecí al hombre, -que había corrido desde unos locales de comida cercanos a la curva en la que me caí- su ayuda. La persona volvió por donde vino después de darme una palmada el hombro, me despedí de él y emprendí la marcha.

Lógicamente, recorrí el resto del trayecto a una velocidad varias veces menor a la que había circulado antes de caerme. Después de tomar las peligrosas curvas de bajada que anteceden a la entrada de Villa me detuve en la gasolinera para lavar mis heridas y hacer un recuento de los daños. Cuando bajé de la moto me dí cuenta que también me dolía la rodilla izquierda y el antebrazo derecho.





Los saldos del chingadazo.

Pese a que mi chamarra de seguridad lucía sin daño, cuando me despojé de las dos chamarras que portaba pude ver un amplio raspón en mi antebrazo izquierdo y uno más pequeño en mi rodilla. En cuanto a la Black Beauty no hubo grandes daños que lamentar salvo un par de raspones en el poza-piés y en la tapa del cárter. Afortunadamente, la nobleza de la Enticer 125 YBA hizo que mi pérdida de la virginidad en materia de accidentes en el motociclismo fuera menos traumática. Snif!

La Black Beauty es de acero. Daños mínimos.

Llegué a Villa del Carbón con los nervios crispados. Me tranquilizé buscando mis guantes. Después de husmear en un dos locales encontré un par a mi gusto en una tienda peletera al amigable precio de $135. Después compré una pieza de queso fresco y un poco de requesón casero por $50. Luego de tomar un refresco, llamar a mi novia para contarle mi accidente y mandarle un SMS al Almighty con el mismo asunto, decidí emprender el regreso a un paso mucho más calmado.

Varias veces me paré a hacerme algunas fotos.
Primero en el altar a la Virgen de Guadalupe en la entrada de Villa, después en la curva donde me caí, luego en el vaso regulador que antes mencioné, y finalmente en lo alto de una colina desde donde se apreciaba una magnífica vista de los volcanes gracias a la claridad del día. Eso me tranquilizó un poco para llegar a Izcalli un poco más sereno y buscar un antinflamatorio y el excelente antibiótico de la solución Microdacyn, que de verdad, vale los $135 que cuesta a la hora de desinfectar y acelerar la oxidación (cauterización) de las heridas cutáneas.



Unas fotillos para calmar los nervios

¿Qué enseñanzas me dejó la caida de la moto?

Que nunca hay que fiarse de los traicioneros camiones de pasajeros.

Que siempre es mejor hacerse a un lado cuando el auto de atrás te viene presionando.

Que la inversión en el equipo de seguridad nunca será excesiva: Casco, chamarra de seguridad, botas, guantes y si es posible, pantalón con protecciones son implementos obligados por más breve que sea la rodada.

Que a veces subestimo la buena voluntad de las personas. Además de los dos hombres que llegaron a mi auxilio, varios automovilistas que venían detrás se detuvieron para preguntarme cómo estaba y si necesitaba ayuda.

Que es genial poder volver a escribir: "Nos vemos en el camino" después de esta experiencia, en que la vi tan cerca.


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posted by drneon at 8:36 PM | Permalink | 7 comments