Sunday, August 29, 2010
El miedo a México

Hay veces que pienso que lo peor de este país es una buena parte de sus habitantes. En esos momentos es inevitable sentir cierta pena de formar parte de lo que algunos llaman patria.

Los mexicanos siempre hemos tenido un contacto cercano con la violencia excesiva y el derramamiento de sangre irracional. No es casual que sigamos exaltando íconos como la piedra de sol que aparece en la moneda de $10 y que posiblemente fue un fetiche en torno al que se sacrificaron miles de vidas a merced del fanatismo religioso de los Mexicas.

Tampoco es casualidad que nuestro himno nacional recurra a excesivas onomatopeyas de corte violento para exaltar el amor a la patria. No se a ustedes, pero al menos a mi me daría mucha pena que mis hijos (si es que algún día los tengo) fueran obligados a cantar coplas como estas:

Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la Patria manchar los blasones,
Guerra, guerra, los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.

Lo anterior viene a cuento por la terrible noticia que tiene que ver con la masacre con tintes genosidas que una banda de delincuentes mexicanos (por no decir animales) perpetró contra 72 migrantes centroamericanos que tuvieron la osadía de cruzar por este país con la esperanza de conseguir un nivel de vida digno en Estados Unidos.

Hoy están todos muertos, ¡72 personas! Si de por si es difícil dimensionar 72 ataúdes dispuestos uno tras otro, imaginar la escena de 72 familias llorando a sus muertos resulta dantesca.

La pena, la enorme vergüenza de ser mexicano me llevó a subir en mi moto y dirigirme a La Casa del Migrante ubicada en el vecino municipio de Tultitlán. El refugio, fundado por los sacerdotes de la Iglesia de San Juan Diego se dedica a brindar alimentos y un lugar de descanso a los ciudadanos centroamericanos que llegan al lugar a bordo de los trenes de carga provenientes del sureste y que buscan abordar los vagones de carga que tienen como destino final la frontera con Estados Unidos.



El refugio se ubica en Cerrada de la Cruz #15, Colonia Lecheria, un barrio popular como muchas otras en la zona metropolitana, no fue difícil llegar pues se ubica en el anexo de la Iglesia de San Juan Diego. En el lugar, una modesta pinta sobre las paredes color salmón identifica a la modesta Casa del Migrante. En la entrada se anuncia el horario de atención: a partir de las 8 de la mañana y hasta las 9 de la noche. Ahí, los viajeros pueden pernoctar y descansar por un día entero, aunque en caso de que lleguen heridos pueden permanecer por más tiempo.

Héctor Vargas, el encargado del refugio me recibió y agradeció las donaciones de alimentos y ropa en buen estado que lleve. Héctor, me contó que debido a lo que pasó en Tamaulipas los migrantes tienen miedo y el flujo de personas ha disminuido considerablemente. También me explicó que de los 50 migrantes que llegaban diariamente al refugio, al momento de mi visita solo se encontraba 8 en el lugar.

Los migrantes tienen miedo de pasar por México. Muchos de ellos han desistido de seguir hacia Estados Unidos y regresan a sus paises por miedo a la delincuencia mexicana. Un golpe de realidad contra quienes muchas veces exigimos respeto a los derechos de los compatriotas que han emigrado a Canada y Estados Unidos, y que, nos guste o no nos guste, muchas veces resultan ser nuestros familiares o amigos cercanos.

Héctor me ofreció pasar a conocer el albergue, en el interior vi rostros cansados y con cierto hartazgo en su mirada. La apariencia de esas personas no es diferente a las que todos los días vemos en la calle o en el transporte público. La única diferencia es el acento en su voz y la atmósfera de melancolía y frustración que flota en el ambiente. Es triste decirlo, pero en el lugar se percibía una barrera defensiva que es sencillo comprender al imaginar todo lo que sufren en su peregrinar.

Me hubiera gustado cruzar un par de palabras con ellos, pero comprendí que no era el momento para hacerlo. Ellos no estan ahí por gusto propio y seguramente preferirían olvidar muchas de las cosas que podrían contarme.

La Casa del migrante consta de un salón de unos 5 metros de ancho por unos 120 de largo en el que se ubican alrededor de 30 literas y una área con sillas plegables en donde es posible distraerse mirando un pequeño televisor.

El refugio cuenta con ducha, sanitarios y un lugar para lavar ropa. Del lado derecho, hay un comedor en el que se sirven alimentos regularmente subsidiados por fondos donados por la diócesis local.

Héctor me habló de las carencias de la casa del migrante. Hace falta de todo, pero muy especialmente necesitan azúcar, café, papel higiénico, alimentos en grano y enlatados así como ropa en buen estado, particularmente ropa interior y calcetines. También son bien recibidas medicinas en buen estado y con fecha de caducidad vigente.

Después de dejar mi donativo, -que francamente se me hizo insignificante en relación a la enorme labor que hacen estos voluntarios- me despedí con la promesa de regresar e incentivar a otros motociclistas a que colaboren con donativos para el refugio.

Tal vez, lo único rescatable de lo que pasó en Tamaulipas sea el hecho que se dio a conocer.

Héctor me platicó que cosas como lo de Tamaulipas ocurren regularmente sin que nadie se entere. Por lo que, de alguna forma, sacar a la luz estos hechos terribles tal vez sirva para que los ciudadanos de a pie nos sacudamos el sonsonete del bicentenario y nos pongamos en movimiento para que este país de verdad mejore.

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Sunday, August 08, 2010
Black Beauty en los Viñedos -Rodada cumpleañera en 3 tiempos

I.- Año Uno

Este mes cumplí un año como propietario de la motocicleta Yamaha Enticer 125. Aunque no es el primer vehículo que tengo, la Black Beauty si ha sido el medio por el que he experimentado un tipo diferente de libertad.



Algunas veces acompañado y otras en solitario, he disfrutado a lo largo de este año de inigualables paisajes montañosos llenos de vegetación, del caprichoso movimiento de los vientos que transportan las nubes cargadas del agua que al caer, se deposita en los mansos lagos y en los galopantes ríos, que con la síncopa de su movimiento marcan el inagotable ritmo de la vida.


Hace tiempo leí en un artículo del periodista Sergio Sarmiento que define mi breve experiencia en el mundo del motociclismo:

"Tener una motocicleta es una experiencia especial. El gusto que proporciona conducir uno de estos vehículos, especialmente en carretera, es enorme. Es similar al que produce, para quien le agrada la equitación, un caballo fuerte y veloz. Conlleva una sensación de libertad que es difícil encontrar por otros medios.

A pesar de ello, andar en moto es un placer solitario. Cuando uno avanza en carretera con el casco puesto se encuentra esencialmente solo. Quizá por eso andar en moto es tan fascinante: un recordatorio ineludible de la soledad del ser humano."





Ese placer introspectivo y de relación íntima entre la moto y su dueño hace que en ocasiones, los motociclistas terminemos por otorgarle vida propia a nuestars máquinas, dándoles incluso un nombre propio o hablando con ellas mentalmente.

Apelando a estas emociones, y motivado por la lectura del libro "Libertad en movimiento" de Vicente Bertely, que mi adorada Laura me hizo favor de conseguirme, decidí emprender mi primer viaje interestatal en motocicleta. La consigna de este recorrido fue adquirir experiencia de manejo en una autopista de alta velocidad y de paso, confrontar a las autoridades federales, que obligan a los motocilistas a pagar injustamente la misma tarifa de peaje que los automovilistas.


III.- 365 Kilómetros por la Autopista México Querétaro SIN pagar casetas.


Esta rodada de un día se originó en Cuautitlan Izcalli. El destino final que elegí fueron las cavas y viñedos de La Redonda, ubicadas el municipio de Ezequiel Montes en el estado de Querétaro. El primer reto de este viaje fue burlar la primera caseta de la autopista México Querétaro, que cobra $66 tanto a autos como a motos.

Aquí recurrí a un foro de motociclistas de Harley que encontré en internet y que recomendaba rodar sobre la lateral de la autopista con dirección a Tepotzotlán, doblar a la derecha a la altura del hotel City Express ubicado a un costado del puente que lleva al centro de Tepo y después seguir hasta encontrar una gasolinera ubicada del lado izquierdo del camino. Es ahí donde comienza la avenida industrial, que hay que seguir, pues va paralela a la autopista y pasa al lado de la caseta.


Lo siguiente que hay que hacer es seguir por av. Industrial hasta encontrar un camino de terracería del lado izquierdo (en google maps aparece como 15 de septiembre) que conduce a un lugar al lado de la autopista en el que... ¡la malla de división está abierta para motociclistas!



Cabe mencionar que por ese resquicio no pasaría un auto, pero es perfecto para que una moto se incorpore a la autopista sin problemas. Una vez ahí circulé la totalidad del camino al tope de velocidad de mi pequeña moto, siempre por el carríl de baja, a una velocidad crucero que rondó entre los 80 km/h en tramos de subida, hasta los 110 e incluso 120 km/h en tramos de bajada.

El siguiente reto fue burlar la caseta de peaje de Palmillas. Lo cual me resultó un poco más fácil, pues antes y después de la caseta de peaje de Polotitlán existen dos pasos a desnivel inaccesibles para los autos , pero al que las motos pueden ingresar con un poco de precaución. Yo me decidí a usar el segundo, de modo que me escabullí por un tramo abierto de la alambrada.




El paso a desnivel conduce directamente al entronque de la carretera Polotitlán - Taxhay que lleva a la carretera libre Atlacomulco - Querétaro, ésta desemboca delante de la caseta de Palmillas, por lo que con estos dos sencillos movimientos, (que pueden repetirse de regreso), un motociclista puede ahorrarse alrededor de $130 de casetas, e invertirlos en una cantidad igual de gasolina, (de hecho yo gasté $140 en combustible y terminé con gasolina de sobra).




Con la primer meta completada, me concentré en manejar defensivamente, manteniendo un paso constante y ubicandome, en la medida de los posible, detrás de vehículos grandes con velocidad crucero de 100km/h para cortar las fuertes rafagas de aire que constantemente sacudían a mi ligera motocicleta.



III.-Black Beauty en los viñedos

Salí a las 8:30 de mi casa y alas 10:20 ya me encontraba en Polotitlán, por lo que tuve tiempo de conocer el poblado, explorar las posibles rutas que usaría de regreso y seguir adelante, con tiempo suficiente para alcanzar San Juan del Río cerca de las 12 y dirigirme a Tequisquiapan. Ahí decidí detenerme algunos minutos para disfrutar de las aguas claras y el verde paisaje de la presa ubicada en ese lugar.



Después de descansar y hacerme unas fotos aprovechando el agradable día soleado que me tocó disfrutar, seguí adelante con dirección al municipio de Ezequiel Montes. Ví al lado del camino muchísimos balnearios como Termas del Rey y el Oasis, pero no les presté mucha atención y seguí adelante hasta llegar a la entrada de la vinícola Mexicana La Redonda.


Es justo destacar que las instalaciones de este lugar son decididamente de primer nivel. Estacionamiento, plantaciones, restaurante, tienda y por supuesto ¡degustaciones y cata de vinos!


Según las placas museográficas, en ese lugar se cultivan y fabrican muchas variedades de vinos espumosos y secos. Se pueden adquirir vinos tintos, rosados y blancos e incluso algunas variedades de sidra, pero yo el que elegí fue un vino tinto Ruby Cabernet de sabores frutales y caracter dulce que probé y me pareció delicioso. El precio también se me hizo accesible: $81 la botella. Nada mal para ser un producto orgánico, artesanal y lo mejor de todo ¡100% nacional!







Alguna vez escuché en el radio una entrevista que le hacían a los exitosos empresarios vinícolas del estado de Baja California. Cuando les preguntaron a estos hombres cual era la clave de su éxito, uno de ellos no dudó en responder: "¡Es que nos quedan muy lejos las pirámides!" .



Más tarde supe que el emprendedor ironizaba respecto a que los resultados de su empresa eran producto de haberse alejado de los prejuicios históricos y la mentalidad conformista de muchos mexicanos, que piensan que si algo nunca se ha hecho en México (como comercializar vino de alta calidad, en lugar de los folklóricos tequilas y mezcales de toda la vida) sencillamente es imposible que la empresa prospere.





Debo confesar que salí del lugar con una grata impresión, y con ganas de regresar y visitar con más tiempo no solo a las instalaciones de La Redonda, sino también las Cavas de Freixenet y los demás viñedos que existen en el municipio de Ezequiel Montes.



Después de pasar por algunos encargos a Tequisquiapan y respostar combustible, emprendí el regreso a casa alrededor de las 3 de la tarde con la intención de evitar la lluvia que en estos días ha azotado la zona metropolitana de la Ciudad de México. Como aún había buena luz, a mi paso por Polotitlán me tomé un tiempo para tomarle fotos al busto del coronel insurgente Rafaél Polo, a quién Polotitlán debe su nombre, y al bonito Kiosko y relój ubicado en el centro de este poblado.



Nuevamente me incorporé a la autopista en otro paso a desnivel ubicado adelante de la caseta de peaje de Polo, acertadamente obstruido para autos, pero que como puede verse en la foto, no ofrece resistencia al paso de una moto promedio.



Seguí en dirección a la caseta de Tepo sin mayores complicaciones y, de hecho, hubiera llegado a casa sin mojarme de no ser por la intempestiva nube negra que me topé justo en el señalamiento que anunciaba ¡Tepotzotlán a 12km!

Apenas sentí las primeras gotas de lluvia, me enfundé en mi "discreto" impermeable amarillo pollo y recorrí los 12 kilómetros restantes hasta la caseta de peaje de Tepo, que como todos los domingos, lucía pletórica de autos esperando su turno. Como no encontré una forma más rápida de eludir la caseta, opté por dar la vuelta en u y regresar alrededor de 3 kilómetros en dirección a Querétaro, hasta encontrar nuevamente el agujero en la malla por el que había pasado por la mañana para "ahorrarme" los $66 que papá gobierno me exigía por prestarme SU camino que, dicho sea de paso, construyó con los impuestos de varias generaciones de mexicanos.


Fue así como celebré con esta rodada un año al lado de la Black Beauty. Sin decisiones concensadas, sin pertenencia u obligación con cofradías improvisadas y siendo dueño de mi propio destino para hacer lo que yo quiera. Fue así como disfruté nuevamente de ese placer culpable llamado: libertad en dos ruedas.

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posted by drneon at 9:01 PM | Permalink | 5 comments