Monday, May 10, 2010
Escape a la vida


La vida es movimiento. Los procesos vitales tienen una naturaleza dinámica que a veces provoca giros inesperados que nos sacan de la rutina y nos ponen en acción. Por desgracia, una vez que la moneda gira en el aire, uno esta a merced de la probabilidad y, de vez en cuando, suele caer en los sinsabores del lado negativo de la vida.

En meses recientes no me ha ido muy bien en el aspecto laboral. Perdí el empleo que me mantuvo por cinco años y la mayor parte del poder adquisitivo que progresivamente fui obteniendo al paso de los años. Por suerte, encontré una nueva oportunidad laboral en un corporativo al que ingresé apenas me separé de la agencia donde antes trabajaba.

Lamentablemente, el cambio no me permitió mantener mi nivel de vida, de modo que no solo perdí algo así como el 40% de mis ingresos, sino que también muchas de las libertades que antes me permitían escaparme a hacer una entrevista a una disquera a la hora de la comida, salir temprano para entrenar para una carrera o escribir en la oficina en algún momento libre.

Entiendo que esta es una racha temporal que debo superar, por eso me mantengo optimista y con los sentidos abiertos a la espera de una oportunidad que mejore estos aspectos de mi vida. Afortunadamente, hay muchas cosas que me animan, una de ellas es Resonancia Magazine, la revista electrónica que emprendí a finales del año pasado junto a mis amigos Jonathan Villicaña y Karina Cabrera y que hemos complementado con las excelentes y generosas colaboraciones de Enrique Dorantes, Helena Torres, Manuel Romero, Fernando García, José Antonio Sánchez y David Cedillo.

Otra de las cosas que me anima muchísimo es la oportunidad de viajar al lado de mi adorada Laura. Cada día de asueto o fin de semana largo es una excelente oportunidad para planear un escape de la rutina que nos lleve a conocer nuevos lugares sin importar la distancia, las limitantes económicas o las incomodidades que pueda exigir el viaje.

Mahahual fue el destino más reciente al que viajamos aprovechando las vacaciones de semana santa. El complejo turistico de Mahahual es un destino enfocado casi en su totalidad a la captación de vacacionistas extranjeros provenientes de los cruceros que atracan en sus playas y que gracias a sus paradisiacos atractivos y su ubicación privilegiada en la parte más atractiva del caribe llegan frecuentemente.

Por desgracia, viajar desde la ciudad de México a las playas del caribe mexicano es cada vez más complicado por la distancia y el alto precio de los boletos de avión. Es frustrante ver como el gobierno federal se empeña en beneficiar intereses de unos cuantos en detrimento del turismo nacional, que a diferencia del extranjero, es el que siempre saca a flote a esta industria en momentos de crisis.

La cancelación de vuelo a aerolíneas de bajo costo como Aviacsa, con el pretexto de ofrecer el servicio de una sola "aerolínea bandera" es totalmente absurdo. En un mundo globalizado y regido por las leyes de la oferta y la demanda, este tipo de argumentos no solo es una estupidéz, sino que sirven como una justificación amañada a la alza de tarifas hasta en un 30% por parte de Mexicana y Aeroméxico en plazas como Chetumal o Mérida donde anteriormente existía la alternativa de Aviacsa.

De modo que, sin la alternativa de adquirir un vuelo redondo hasta la frontera sur de la República, decidimos emprender el viaje de ida por tierra y volar de regreso desde Chetumal hasta la Ciudad de México por el abusivo precio de $2,100 pr persona. Como Laura pasaría algunos días con sus familiares en Tuxtepec, Oaxaca, yo emprendí el viaje en autobús unos días después para alcanzarla en aquel poblado.

El viaje en autobús de la terminal Tapo en la ciudad de México a Tuxtepec tiene un costo de $360 por ADO y una duración de 10 horas, con escalas en Orizaba, Cordoba y Tierra Blanca, Veracruz. El recorrido me permitió observar los diferentes cambios de clima y vegetación que imperan en los tres estados que crucé. Desde la temperatura templada y carente de vegetación de la zona metropolitana, pasando por el frío invernal y los espesos bosques de la serranía de Puebla, la humedad y la niebla de la sierra veracruzana, los paisajes de las cumbres de Maltrata y finalmente el calor tropical en los linderos entre Veracruz y Oaxaca que es propicio para las plantaciones de plátano, caña de azúcar y cítricos que se ven en el camino.

Al ver la cantidad de voladeros, ríos y obstáculos que hay que cruzar para llegar desde la Ciudad de México hasta Veracruz, valoré muchísimo las travesías que emprendían las comitivas Mexicas y Españolas en la antiguedad. Como ya antes me había topado con los cambios de clima repentinos en los autobuses, me previne y llevé la cobijita de felpa que no puede faltar en ningún viaje.

Aunque llevaba un libro en mi mochila, durante todo el viaje me entretuve mirando la guía Lonely Planet que compré el año pasado para revisar los atractivos de cada ciudad. Fue así que me enteré de las excurisones en bici de montaña que se ofrecen en Córdoba y que existe un edificio en el centro de Orizaba llamado el Palacio de Hierro, que literalmente es un Palacio de ese material que fue transportado en barco desde Francia y armado en esa ciudad en 1894 a encargo de Porfirio Díaz. Aunque no pude verlo me prometí que algún día regresaría a visitar esos atractivos.

Después de eludir varios cruces de ferrocarril y una airada manifestación que amenazaba con cerrar la carretera, mi camión finalmente hizo la última escala en Tierra Blanca, el último poblado antes de cruzar el puente que cruza el río Papaloapan y divide los estados de Veracruz y Oaxaca. Una vez del otro lado del puente, puede vislumbrar la localidad de Tuxtepec.

Salí en solitario un martes muy temprano, pero por la tarde ya me encontraba con mi Lau en Tuxtepec comiendo juntos, apenas unas horas antes de tomar otro autobús que nos llevaría a Villahermosa. Cuando no está inundada, la ciudad de Villahermosa es un importante punto estratégico para cambiar de autobús y dirigirse casi a cualquier lado. Nosotros llegamos alrededor de las 2 de la mañana para tomar el ADO, ahora rumbo a Chetumal.

Después de esperar alrededor de 40 minutos a partir de la hora indicada en nuestro boleto, nuestro autobús finalmente salió de Tabasco. En este trayecto, que fue el más largo del viaje, tuvimos mala suerte con los choferes, el primero venía con una gripe marca diablo que le hacía sonarse ruidosamente cada 30 minutos, y cuando nos lo cambiaron, ya en territorio Campechano, el conductor de reemplazo resultó ser un viejito que manejaba con una lentitud desesperante, apenas 80 km/h en tramos rectos.

Después de una pausa para desayunar en un reataurante carretero cerca de Escarcega, el camión siguió su recorrido, ya con luz de día, a lo ancho de la península de Yucatán. Durante ese trayecto pude ver la gran cantidad de zonas arqueológicas Mayas que están a pie de carretera, pude ver las desviaciones a Calakmul, Chiccana, Hormiguero y Xpujil antes de llehar a Chetumal.

Me pareció una excelente idea para un futuro próximo viajar en moto o establecer un campamento base en alguno de los hoteles de Xpujil para desde ahí recorrer la media docena de zonas arqueológicas en las inmediaciones de Campeche

Alrededor de las dos de la tarde por fin llegamos a Chetumal. Después de analizar nuestras opciones, decidimos lanzarnos con todo y maletas a la laguna de los siete colores en Bacalar. Como la distancia es mínima y los autobuses tardaban alrededor de una hora en salir decidimos viajar en taxi. Nos cobró $250, algo caro, pero realmente ya estabamos hartos del autobus, de modo que decidimos movernos y en 15 minutos ya estabamos en la orilla de la majestuosa laguna de Bacalar.



Un tour por la laguna salía en ese momento, de modo que con la intervención del lanchero encargamos nuestras maletas en el restaurante del lugar y nos trepamos a la lancha en un tour de 1 hora por solo $70 por persona. La lancha nos llevó a recorrer el interior de la laguna y a visitar el enorme cenote que, dada su profundidad, oscurece las aguas debajo de él.


Finalmente nos llevaron a una zona donde pudimos bajar del bote para nadar en las aguas pristinas de Bacalar. Cabe destacar que por alguna razón, la temperatura del agua en la laguna es bastante cálida y la arena en el fondo es suave y con el color y consistencia de la de las playas del caribe. El paseo por la laguna no es muy extenso, pero vale muchísimo la pena.




Después del recorrido comimos en el restaurante donde encargamos las maletas. Yo pedí un pescado bastante decente y Laura una pechuga de pollo. Cabe destacar que nos encontrabamos en la zona conocida como el balneario, cerca del fuerte de Bacalar, un lugar bastante socorrido por los habitantes de Chetumal, por lo que los precios en su mayoría eran bastante populares.



Continuará...


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posted by drneon at 8:52 PM | Permalink |



1 Comments:


  • At 5:09 PM, Blogger David

    Soy un amante de los viajes y por eso esta bueno disfrutar de ir a distintos lugares y para ello trato de obtener datos y promociones a diversas ciudades interesantes en todo el mundo. Ojala que pueda obtener Vuelos a Cusco