I.- Año Uno
Este mes cumplí un año como propietario de la motocicleta Yamaha Enticer 125. Aunque no es el primer vehículo que tengo, la Black Beauty si ha sido el medio por el que he experimentado un tipo diferente de libertad.
Algunas veces acompañado y otras en solitario, he disfrutado a lo largo de este año de inigualables paisajes montañosos llenos de vegetación, del caprichoso movimiento de los vientos que transportan las nubes cargadas del agua que al caer, se deposita en los mansos lagos y en los galopantes ríos, que con la síncopa de su movimiento marcan el inagotable ritmo de la vida.
Hace tiempo
leí en un artículo del periodista Sergio Sarmiento que define mi breve experiencia en el mundo del motociclismo:
"Tener una motocicleta es una experiencia especial. El gusto que proporciona conducir uno de estos vehículos, especialmente en carretera, es enorme. Es similar al que produce, para quien le agrada la equitación, un caballo fuerte y veloz. Conlleva una sensación de libertad que es difícil encontrar por otros medios.
A pesar de ello, andar en moto es un placer solitario. Cuando uno avanza en carretera con el casco puesto se encuentra esencialmente solo. Quizá por eso andar en moto es tan fascinante: un recordatorio ineludible de la soledad del ser humano."Ese placer introspectivo y de relación íntima entre la moto y su dueño hace que en ocasiones, los motociclistas terminemos por otorgarle vida propia a nuestars máquinas, dándoles incluso un nombre propio o hablando con ellas mentalmente.
Apelando a estas emociones, y motivado por la lectura del libro "Libertad en movimiento" de Vicente Bertely, que mi adorada Laura me hizo favor de conseguirme, decidí emprender mi primer viaje interestatal en motocicleta. La consigna de este recorrido fue adquirir experiencia de manejo en una autopista de alta velocidad y de paso, confrontar a las autoridades federales, que obligan a los motocilistas a pagar injustamente la misma tarifa de peaje que los automovilistas.
III.- 365 Kilómetros por la Autopista México Querétaro SIN pagar casetas.
Esta rodada de un día se originó en Cuautitlan Izcalli. El destino final que elegí fueron las cavas y viñedos de La Redonda, ubicadas el municipio de Ezequiel Montes en el estado de Querétaro. El primer reto de este viaje fue burlar la primera caseta de la autopista México Querétaro, que cobra $66 tanto a autos como a motos.
Aquí recurrí a un foro de motociclistas de Harley que encontré en internet y que recomendaba rodar sobre la lateral de la autopista con dirección a Tepotzotlán, doblar a la derecha a la altura del hotel City Express ubicado a un costado del puente que lleva al centro de Tepo y después seguir hasta encontrar una gasolinera ubicada del lado izquierdo del camino. Es ahí donde comienza la avenida industrial, que hay que seguir, pues va paralela a la autopista y pasa al lado de la caseta.
Lo siguiente que hay que hacer es seguir por av. Industrial hasta encontrar un camino de terracería del lado izquierdo (en google maps aparece como 15 de septiembre) que conduce a un lugar al lado de la autopista en el que... ¡la malla de división está abierta para motociclistas!
Cabe mencionar que por ese resquicio no pasaría un auto, pero es perfecto para que una moto se incorpore a la autopista sin problemas. Una vez ahí circulé la totalidad del camino al tope de velocidad de mi pequeña moto, siempre por el carríl de baja, a una velocidad crucero que rondó entre los 80 km/h en tramos de subida, hasta los 110 e incluso 120 km/h en tramos de bajada.
El siguiente reto fue burlar la caseta de peaje de Palmillas. Lo cual me resultó un poco más fácil, pues antes y después de la caseta de peaje de Polotitlán existen dos pasos a desnivel inaccesibles para los autos , pero al que las motos pueden ingresar con un poco de precaución. Yo me decidí a usar el segundo, de modo que me escabullí por un tramo abierto de la alambrada.
El paso a desnivel conduce directamente al entronque de la carretera Polotitlán - Taxhay que lleva a la carretera libre Atlacomulco - Querétaro, ésta desemboca delante de la caseta de Palmillas, por lo que con estos dos sencillos movimientos, (que pueden repetirse de regreso), un motociclista puede ahorrarse alrededor de $130 de casetas, e invertirlos en una cantidad igual de gasolina, (de hecho yo gasté $140 en combustible y terminé con gasolina de sobra).
Con la primer meta completada, me concentré en manejar defensivamente, manteniendo un paso constante y ubicandome, en la medida de los posible, detrás de vehículos grandes con velocidad crucero de 100km/h para cortar las fuertes rafagas de aire que constantemente sacudían a mi ligera motocicleta.
III.-Black Beauty en los viñedos
Salí a las 8:30 de mi casa y alas 10:20 ya me encontraba en Polotitlán, por lo que tuve tiempo de conocer el poblado, explorar las posibles rutas que usaría de regreso y seguir adelante, con tiempo suficiente para alcanzar San Juan del Río cerca de las 12 y dirigirme a Tequisquiapan. Ahí decidí detenerme algunos minutos para disfrutar de las aguas claras y el verde paisaje de la presa ubicada en ese lugar.
Después de descansar y hacerme unas fotos aprovechando el agradable día soleado que me tocó disfrutar, seguí adelante con dirección al municipio de Ezequiel Montes. Ví al lado del camino muchísimos balnearios como Termas del Rey y el Oasis, pero no les presté mucha atención y seguí adelante hasta llegar a la entrada de la
vinícola Mexicana La Redonda.
Es justo destacar que las instalaciones de este lugar son decididamente de primer nivel. Estacionamiento, plantaciones, restaurante, tienda y por supuesto ¡degustaciones y cata de vinos!
Según las placas museográficas, en ese lugar se cultivan y fabrican muchas variedades de vinos espumosos y secos. Se pueden adquirir vinos tintos, rosados y blancos e incluso algunas variedades de sidra, pero yo el que elegí fue un
vino tinto Ruby Cabernet de sabores frutales y caracter dulce que probé y me pareció delicioso. El precio también se me hizo accesible: $81 la botella. Nada mal para ser un producto orgánico, artesanal y lo mejor de todo ¡100% nacional!
Alguna vez escuché en el radio una entrevista que le hacían a los exitosos empresarios vinícolas del estado de Baja California. Cuando les preguntaron a estos hombres cual era la clave de su éxito, uno de ellos no dudó en responder:
"¡Es que nos quedan muy lejos las pirámides!" . Más tarde supe que
el emprendedor ironizaba respecto a que los resultados de su empresa eran producto de haberse alejado de los prejuicios históricos y la mentalidad conformista de muchos mexicanos, que piensan que si algo nunca se ha hecho en México (como comercializar vino de alta calidad, en lugar de los folklóricos tequilas y mezcales de toda la vida) sencillamente es imposible que la empresa prospere.
Debo confesar que salí del lugar con una grata impresión, y con ganas de regresar y visitar con más tiempo no solo a las instalaciones de La Redonda, sino también las Cavas de Freixenet y los demás viñedos que existen en el municipio de Ezequiel Montes.
Después de pasar por algunos encargos a Tequisquiapan y respostar combustible, emprendí el regreso a casa alrededor de las 3 de la tarde con la intención de evitar la lluvia que en estos días ha azotado la zona metropolitana de la Ciudad de México. Como aún había buena luz, a mi paso por Polotitlán me tomé un tiempo para tomarle fotos al busto del coronel insurgente Rafaél Polo, a quién Polotitlán debe su nombre, y al bonito Kiosko y relój ubicado en el centro de este poblado.
Nuevamente me incorporé a la autopista en otro paso a desnivel ubicado adelante de la caseta de peaje de Polo, acertadamente obstruido para autos, pero que como puede verse en la foto, no ofrece resistencia al paso de una moto promedio.
Seguí en dirección a la caseta de Tepo sin mayores complicaciones y, de hecho, hubiera llegado a casa sin mojarme de no ser por la intempestiva nube negra que me topé justo en el señalamiento que anunciaba ¡Tepotzotlán a 12km!
Apenas sentí las primeras gotas de lluvia, me enfundé en mi "discreto" impermeable amarillo pollo y recorrí los 12 kilómetros restantes hasta la caseta de peaje de Tepo, que como todos los domingos, lucía pletórica de autos esperando su turno. Como no encontré una forma más rápida de eludir la caseta, opté por dar la vuelta en u y regresar alrededor de 3 kilómetros en dirección a Querétaro, hasta encontrar nuevamente el agujero en la malla por el que había pasado por la mañana para "ahorrarme" los $66 que papá gobierno me exigía por prestarme SU camino que, dicho sea de paso, construyó con los impuestos de varias generaciones de mexicanos.
Fue así como celebré con esta rodada un año al lado de la Black Beauty. Sin decisiones concensadas, sin pertenencia u obligación con cofradías improvisadas y siendo dueño de mi propio destino para hacer lo que yo quiera. Fue así como disfruté nuevamente de ese placer culpable llamado: libertad en dos ruedas.
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