Monday, February 19, 2007
Mercurio Supernova

Pedro Escobar

(Beta)


El sentimentalismo de las fiestas no afectaron en lo mas mínimo el ánimo de Augusto. Estaba tan jodido que no podría caer mas bajo.

Sentía ir en contraflujo al mundo que se regodeaba con alcohol, villancicos y canciones navideñas. Él por el contrario, necesitaba subirse al tren de los nuevos aires y los inicios prometedores que lo hicieran olvidar un año viejo sin mula, yegua blanca ni buena suegra.

El rompimiento con Jeniffer significó el último eslabón de una cadena de fracasos sistemáticos en los cuales ella siempre fue la razón para no dejarse vencer y levantarse con la ceremoniosa actitud del Salmón. Gracias a su novia, Augusto atenuó el recorte en la revista, el robo de su auto y hasta el ser relegado a la banca en su equipo de fútbol. Hasta el final, Jeniffer fue la motivación para no llegar a tocar fondo y vencer los improperios del destino. No es casual que al cortarlo, ella le diera el ultimo empujonsito rumbo a los abismos del carajo

Para animarlo, sus padres desviaron una buena cantidad del presupuesto de la fiesta de fin de año a un regalo que animara a su hijo mayor a salir del hoyo. Con desgano, y ante las miradas rencorosas de sus hermanos Lilia y Roberto, Augusto rasgó la envoltura con motivos de Rodolfo el Reno para descubrir la caja que contenía su regalo: Unos flamantes zapatos modelo Mercurio Supernova.

"¡Son los Mercurio! ¡Los que anuncia el "Matador" Valencia mijo!" festejó su mamá con el optimismo que solo tienen quienes no ve los noticieros deportivos; para acabarla de amolar, el "Matador" Valencia había dejado a su campeonísimo Necaxa, para fichar con el equipo mas infame de México: el América.

"Bueno ya dí algo ¿no? ¿no te gustaron? porque si no los quieres..." El madruguete de Roberto, lo hizo reaccionar y se calzó los Mercurio Supernova esbozando una sonrisa con la que solo atinó a decir: "¡Gracias!".

Esa noche los fantasmas de su relación y la incertidumbre del desempleo no lo dejaron conciliar el sueño, como en noches anteriores, su cabeza era un torrente de ideas revueltas imposibles de articular.

A las 5 de la mañana saltó de la cama y se puso los tenis con la firme intención de salir a correr y meterle los primeros kilómetros a los Mercurio, después de todo, los zapatos eran una buena excusa para comenzar el año activo.

Mientras abría el zahuán de la calle, sintió una rafaga de aire quemandole las mejillas y entumiendo los dedos de los pies. A esa hora, la madrugada asomaba las consecuencias de la juerga: borrachos tirados en la acera, parejas pelandose en la calle y policias alcoholizados disparando tiros al aire. "El mundo es una porquería" pensó, cuando un bulto oscuro saltó a sus rodillas y lo tumbó al suelo.

Sintió el asfalto frío de la banqueta y se cubrió la cabeza esperando un golpe o el metal de una pistola presionando su nuca, pero nada de eso ocurrió, en cambio la pegajosa lengua de Bruno le lamió lass orejas. No había visto al perro Dálmata desde Navidad, desde el día en que ella lo citó en su casa para obsequiarle un: "Tenemos que hablar" con tono de: "Te vas porque yo quiero que te vayas" pero que el entendió como: "¡ahora si ya valió madres cabrón!".

Augusto miró a Bruno y por primera vez entendió el mensaje codificado de su pelaje, las manchas del Dálmata simbolizaban el concepto de su relación con su ama: una interminable sucesión de claroscuros emocionales en donde no se sabía que color era intermitente, si el negro moteado o el blanco perforado.

"¡Sáquese pinche perro!" Augusto amagó con patear al perro y se soltó a correr
tan rápido que su boca expulsó pequeños nubarrones de aire caliente que marcaron su camino como el humo blanco que deja un Jet. Buscaba a toda costa alejarse del lugar para evitar un encuentro en el que se le acusara de secuestrador, de ardido y revanchista al tomarla en contra del pobrecito Bruno que ni vela tenía en el entierro.

Corrió lo más rápido que pudo, pero con excepción de pequeñas pausas para levantar la pata, Bruno le daba alcance cuando parecia sacarle distancia. Corrieron juntos por las largas avenidas de la colonia que en aquella penumbra parecían ríos muertos sobre los que navegaban los humeantes triciclos de tamales en busca de los primeros clientes del día.

En la avenida que conducía a la Unidad Deportiva el viento helado sopló con mas fuerza, llenando sus pulmones de un pesado aire frío que lo hizo sentir el galope de su sangre. Comenzaba a perder el aliento cuando alcanzaron la entrada, en el circuito de tierra, los corredores mañaneros daban las primeras vueltas, soltando sus nubarrones calientes por la boca. Serían cerca de las 6 de la mañana cuando pasaron al lado de las canchas de futbol, ahí Augusto aceleró con las pocas fuerzas que le quedaban para agarrar vuelo y brincar sobre la malla ciclónica que separaba las canchas de Fut de las paredes de frontón.

Trepó hasta la parte mas alta y de un brinco cayó del otro lado. Bruno se quedó ahi, ladrando y moviendo la cola incapáz de cruzar la malla. Augusto se fué a su casa secándose los gotarrones de sudor con la manga de sus sudadera. Los pies le dolian por correr con los zapatos nuevos, pero regresó a casa contento, con los primeros rayos de sol iluminándolo. Un sudoroso Ulises regresaba a Itaca sucio y cansado.

La noche siguiente soñó con cargo de conciencia acerca de los nefastos destinos que pudo haber tenido Bruno, luego comenzó a pensar en Jeniffer y le dieron ganas de salir a correr, de devorar kilómetros hasta alejarse lejos de todos los lugares comunes que entrañaban algo de nostalgia. Salió de la cama de un brinco, se puso los pants y aflojó las agujetas de los supernova para que no le apretaran.

Comenzó a correr apenas cerró el zahuán de la entrada, mientras avanzaba en dirección a la casa de Jennifer pensaba en su rostro liso, en la mirada que hacía cuando se apenaba, en el olor de su cabello. El flagelo le duró los 2 primeros Kilometros hasta llegar frente al portón color durazno, ahí pateó con todas sus fuerzas la lámina hasta comprbar que los ladridos de Bruno respondieran desde dentro.

Corrió a todo galope las 2 calles siguientes, una vez lejos de la casa de Jennifer comenzó a repasar las veces que se habían peleado frente a ese mismo portón, las veces que lo dejó plantado y en su repentino interés por aprender a tocar el Saxofón. Recordaba con algo de rencor las maravillas que platicaba de su maestro de música, de lo considerado que era por invitarla a sus conciertos y a la grabación de su nuevo disco. Ni pudo evitar imaginarlos desnudos con el saxofón al lado de la cama.

Entonces le entraban unas ganas incontenibles de correr más rápido rumbo a los lugares que no frecuentaba, de ver pasar cada vez mas rápido las luminarias, de comerse calles enteras con las piernas, de sincronizar las exhalaciones de aire caliente de su boca con las pisadas de sus tenis mientras pensaba: "Soy Una locomotora, soy indestructible, no puedes hacerme daño soy una locomotora"

La soledad de corredor madrugador le sentaba bien para retomar sus viejos proyectos, su idea aquella de escribir una columna dedicada a la crónica de goleadores como el "Matador" Valencia o la Fiera "Castelán"que habían vencido la adversidad del barrio para consagrarse como profesionales,

La leve línea entre la penumbra mas oscura y la primera luz del día se convirtió en la hora preferida para rebasar por la izquierda a sus broncas, convirtió su entrenamiento en un flagelo personal que comenzaba a las 5 de la mañana cuando saliá de su casa pensando en Jeniffer y terminaba a las 8 de la mañana tirado panza arriba en el bosque de Tlalpan, con la cabeza despejada, agrupando las ideas que presentaría como un proyecto en alguna editorial.

Al llegar a casa dormía como tronco para reponerse de su atllético vampirísmo, sus padres y sus hermanos lo miraban como a un veterano que regresa de una guerra perdida.

En los momentos en que el vapor salía de su boca con mayor frecuencia, Augusto encontró la paz necesaria para esbozar sus textos. En una tirada, Augusto podia imaginar la idea general de una columna, un reportaje o una crónica que al llegar a casa vaciaba en su cuaderno de apuntes antes de dejarse caer vencido por el cansancio.

Una noche, Augusto se calzó los Supernova y se dió cuenta de que su zapato derecho tenía un gran agujero en la punta. Se quitó los zapatos, sonrió y regresó a la cama, convencido de que la mañana siguiente estaría ocupado, buscando editores y recorriendo las redacciones en busca de un nuevo empleo.

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posted by drneon at 8:46 PM | Permalink |



2 Comments:


  • At 10:21 AM, Blogger Miss Neumann

    Definitivamente el comprar zapatos, por lo menos a mi, me puede sacar del hoyo!! jajajaj

    Besos

     
  • At 8:58 AM, Blogger José Antonio

    En realidad el saxofón no es tan sensual y romántico como lo pintan.

    (No, la verdad sí es, jojo¨, y suelo abusar de ese romanticismo)
    Buen cuento pete, totalmente INN con el jogging.

    Abtazos. buena vibra
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