Nuestra necesidad por escuchar historias y formar parte de ellas implica crear personajes antagónicos que constantemente enarbolen nuestras pasiones y atizen nuestros odios más encarnizados.
Hace unos años, cuando el uso de internet era algo "sofisticado", mis amigos se volcaban a favor de grupos como Pearl Jam y su militancia contra el imperialismo. El fervor por los norteamericanos fue tal, que incluso se llegó a excesos tan absurdos como reunir un millón de firmas solicitando un concierto en México.
Recuerdo que por esos días, las imagenes del subcomandante Marcos abanderaban la esperanza de que un México más justo era posible. Por desgracia, el fervor por ayudar a que los habitantes de las zonas indigenas del país salieran de la miseria, nunca fue más allá de portar una camiseta con imagenes del líder zapatista.
En aquellos tiempos, los rencores más profundos se concentraban en figuras como el ex-presidente Salinas y el millonario Bill Gates, a quienes absurdamente se les calificaba como el "chupacabras" y "el anticristo" respectivamente. Hoy, todo mundo admira el brillo mediático de Obama y la revolución comercial de Radiohead, mientras el odio generalizado hacia George W. Bush y Hugo Chávez compite con el rencor local hacia personajes como Andrés Manuel López Obrador.
Todo esto viene a cuento porque ayer fui al concierto de Oasis.
He asistido a todos y cada una de sus conciertos en nuestra ciudad consciente que su carrera ha presentado un gran número de altibajos, sin embargo, en ninguno de los cuatro conciertos me han defraudado.
El mundo del rock, que no conoce peor castigo que el olvido, ha otorgado a Oasis una consigna que los ha mantenido a flote durante todos estos años: "o los odias o los amas".
Aprovechando los calificativos de ser un grupo de rockeros engreidos, arrogantes y oportunistas, los hermanos Gallager han decidido asumir el personaje que el público, la prensa y ellos mismos han construido en función de convertirse en el elemento musical anticíclico de millones de personas.
Muchas cosas han cambiado desde la primera vez que los escuché en vivo. Mi historia generalmente es muy distinta entre cada una de sus presentaciones, los escenarios cambian y algunos personajes salen en función de otros que entran y se convierten en protagonistas de mi vida.
Sin embargo, cada dos o tres años, cuando se anuncia una nueva gira y asisto a un concierto de Oasis el rock sigue ahí, intacto. Los riffs de "Supersonic" -mi canción preferida- me siguen invitando a tocar mi air guitar, "Dont look back in anger" aún me pone la piel chinita y "Wonderwall" me transporta a los tiempos oscuros de la universidad, en los que Oasis me rescató de una etapa gris en mi vida, dandome una identidad musical.
No importa que tanto cambien las cosas, los personajes que entren o salgan de la trama...
Oasis siempre está ahí.
Ellos son mi constante y verlos en vivo siempre me hace muy feliz.
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¡Que buen show el de anoche Doc! Creo que me gustó más que el anterior, ¿que tal Slide Away eh?...de los mejores conciertos de este año, y vaya que ha habido conciertos este año.