Justo hoy, cuando esperaba bajo un árbol a que la luz roja de un semáforo detuviera a los autos y me permitieran cruzar la calle, me custionaba: ¿Porqué cuando he logrado una meta y trato de repetirla, tomo el reto menos en serio?
La pregunta surgió a partir del medio maratón que corrí la semana pasada. Hace un año, me preparé muchísimo para esa misma carrera, entrené muy duro, cuide mi alimentación y estaba notablemente mas delgado y con mejor fondo físico. No fue casual que terminara en 1 hora 54 minutos, mi mejor tiempo hasta ahora en la media maratón.
Este año, en cambio, mis motivantes no fueron la constancia y la mentalidad de no rendirme, sino la seguridad de sentirme capáz de refrendar algo que ya antes había alcanzado. El resultado fue mi peor tiempo en este tipo de carreras, finalizando en con 2 horas y 9 minutos.
Dandole algunas vueltas al asunto, he caido en la cuenta de que la construcción de las grandes oportunidades siempre son mas intensas ante la incertidumbre de una experiencia nueva. Este hecho no me parece algo casual, sino una circunstancia natural, propia de los retos y las situaciones desconocidas.
En fechas recientes, he visto a muchos de mis amigos realizar cosas nuevas, cosas apasionantes que nada tienen que ver con cuestiones propias de la edad, o del "so called right track". Cosas como cursar una segunda licenciatura a los cuarenta años, escribir en una revista, correr una carrera de 5km o publicar un libro mantienen a mis amigos en un estado de éxtasis que les ha dado una inyección de vitalidad que rejuvenece, que cura y que los hace dueños de una elocuencia notable de su propia vida.
Cuando la luz cambió al verde y pude cruzar la calle, caí en la cuenta de que la respuesta no está en refrendar un camino previamente recorrido. Sino en buscar ir a lugares en donde nunca antes se ha estado, hacer algo que no nos creiamos capaces de hacer y, en resumidas cuentas, buscar nuevas dimensiones en la geometría de la oportunidad.
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