La historia que voy a contar tiene que ver con la segunda condición, es por eso que casi nadie conoce ese año perdido al que suelo referirme como "el lado b" de mi vida.
Primero un poco de historia: Cuando tenía 14 años no tenía la menor idea de lo que iba a ser mi vida, mi máxima aspiración era entrar a la Universidad, como mis tíos y estudiar alguna Licenciatura relacionada a las humanidades, pues desde ese entonces me dí cuenta que ese era mi fuerte y no el camino trazado por mi padre (Ingeniería Industrial) pues mi relación con los números siempre ha sido, por decirlo de algún modo: desastrosa.
El último año de la secundaria fue genial, todo lo contrario al primero en que me convertí en patiño y el segundo que solo pude sobrellevar gracias a mi primera novia. El caso es que el tercero fue divertido por muchas razones, entre ellas por haber despertado a la música y descubrir en un grupo de amigos las mismas afinidades con los discos que encontramos en casa.
Ese factor provocó que me la pasara realmente bien y que por consecuencia, mi promedio bajara considerablemente.
Aún así mis opciones de entrar a la Universidad, -según yo- eran amplias. Como ya dije antes, mi "fuerte" desde entonces, eran las historias, la literatura y en general todo el rollo de las ciencias sociales. Yo pensaba que eso compensaría de algún modo mis deficiencias con los números y al principio fue así. Aquel año presenté el exámen de admisión al Poli, al Colegio de Bachilleres y finalmente a la UNAM. Al final, por una broma de mal gusto del destino resulté admitido en el IPN y en el Bachilleres pero no en la UNAM.
Es lógico pensar que cuando alguien ha trazado mentalmente una serie de eventos en su vida sin reparar en un plan alterno, las consecuencias puedan ser devastadoras. Eso me pasó, me deprimí muchísimo por no haber logrado mi cometido de modo que mis padres, que distaban mucho de ser rícos, se vieron obligados a inscribirme en una preparatoria privada que prometía la honrosa cualidad de ser "incorporada a la UNAM".
Fue así que llegué a la Preparatoria Revolución. ubicada en avenida Bucareli 168 casi esquina con Avenida Chapultepec, muy cerca de la estación del Metro Cuauhtémoc y la Arena México.
Después de haber estudiado toda mi vida en escuelas de gobierno, pensé que mi ingreso a las filas de las escuelas particulares representaría un cambio que me segregaría de alguna forma, pero la verdad es que eso nunca ocurrió sencillamente porque ahí todos eramos estigmatizados.
Pronto descubrí que ninguno de los estudiantes estaba en esa escuela por desición propia, sino que todos eramos rechazados de la UNAM. Una especie de segregados académicos, una mezcla entre Los Olvidados y los Rebeldes sin causa. Una élite de estudiantes discriminados, pero con grandes aspiraciones.
Debo confesar que no todos eran como yo. Ciertamente había estudiantes muy brillantes, pero por desgracia, ellos no eran a quienes yo frecuentaba. Una vez más, las malas influencias me llevaron a juntarme con una sarta de tipejos que me influenciaron a volarme clases y pasear por las calles de la zona rosa, jugar futbol americano en la Plaza de la ciudadela y hacer fila en la XEW para entrar al show de Paco Stanley y ver a Café Tacuba, Fobia y La Maldita Vecindad tocar un par de canciones cuando debería estar estudiando.
Durante el año que estuve inscrito en la Prepa Revolución hice todo tipo de cosas prohibidas: jugué futbol americano en los andenes de la estación del Metro Cuauhtémoc, viajé de polizón en la cabina trasera del tren y continuamente fui con una bola de patanes como yo a provocar a los estudiantes de la prepa mas cercana: el Colegio Isaac Ochoterena.
Los del Ochoterena eran nuestro nemésis: usaban un ridículo uniforme con corbatita, tenían un estricto horario escolar y aparentaban tener una conducta impecable. Sobra decir que con tantos motivos para molestarlos, los de la prepa Revolución no podíamos evitar salir a buscar problemas con ellos casi todas las tardes después de clases.
En los pasillos de la Prepa Revolución, que más bien aparentaban ser una vieja escuela primaria, conocí a una de mis primeras novias: Jennifer García Mireles. No sé por qué recuerdo su nombre después de tantos años, sobre todo cuando he olvidado aspectos más relevantes, como su rostro por ejemplo. Ella siempre vestía de morado, le gustaba mucho el Reggae y duramos como 5 semanas de novios.
Otra de las particularidades de la Prepa era su cercanía con la Arena México. Por aquellos días, la lucha libre gozaba de gran popularidad debido a que las funciones volvían a transmitirse por Televisión después de muchos años, de modo que ver a alguno de los luchadores caminando por las inmediaciones de la escuela era un gran suceso. Recuerdo que en alguna ocasión, en medio de una case de artes plásticas, una compañera llegó al bordo del desmayo a avisar a sus amigas que el mismísimo Vampiro Canadiense caminaba rumbo a la Arena México, de modo que mi amiga y el resto de mis compañeras salieron en estampida para darle alcance al luchador... ¡al luchador! Solo en un lugar como la Prepa Revolución, un luchador podía tener groupies.
Despues de una gran cantidad de vivencias divertidas llegó el final del año y con el la hora en que yo y mis amigos Beto, Esqueda, "el Fozzie" y "el Moreno" pagaramos las consecuencia de nuestra holgazanería a lo largo del año. Los saldos de mi vida de libertinaje fueron contundentes, en tan solo un año inscrito en la Prepa privada reprobé más materias que en todos mis años en escuelas de gobierno. Por supuesto que mis mis indignados padres no pasaron por alto que tirara carretadas de su valioso dinero a la basura, por los que al final me dieron dos opciones: Presentar el exámen de admisión a la UNAM una vez más y esta vez quedarme o ponerme a trabajar y pagar mis propias colegiaturas.
Por supuesto que opté por la primera opción, y con tan buenas motivos para se admitido , me puse a estudiar como loco hasta que logré ingresar al CCH Vallejo por ahí del año 93.
Dejé atrás la Preparatoria Revolución y todas estas historias que ahora cuento quedaron atrapadas en el año perdido que pase en esa escuela. Un año perdido del que casi nunca hablo, que casi nadie conoce, pero que de algún modo, me sigue dando muchísimos recuerdos que de repente, se me aparecen convocados por el recuerdo de alguna ex compañera que felizmente me escribe para recordar viejos tiempos... desde el lado b de mi vida.
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Un abrazo, Pedro.
Buen miércoles.