Así las cosas, el sábado me decidí a explorar las posibilidades de mi Black Beauty en territorios donde los fraccionamientos y los conjuntos habitacionales comienzan a ceder su espacio a terrenos verdes, a milpas y a campos arbolados en los que aún es posible ver ganado pastando.
Decidí iniciar el trayecto desde Cuautitlán Izcalli después de las 4 de la tarde, dando tiempo a que el sol bajara su intensidad y me permitiera enfilarme hacia Tepotzotlán con un clima templado y con el cielo nublado.
Circulé hasta ese municipio sin problemas, de ahí tomé la desviación hacia Cuautlalpan y Villa del Carbón que me llevaría a mi destino final: Arcos del Sitio, un hermoso sitio arquitectónico caracterizado por un enorme acueducto de más de 60 metros de altura y cuya construcción fue encargada por el Duque de Regla en el siglo XVII para alimentar de agua a las grandes haciendas agrícolas de la región.
El también llamado Acueducto de Xalpa, cruza un acantilado que requirió la construcción de los 46 arcos superpuestos que conforman la impresionante construcción de 438 metros de longitud, y que hace de Arcos del Sitio uno de los acueductos más grandes de América Latina.
La salida de Tepotzotlán fue un tanto complicada debido a la carga vehicular provocada por un trailer que batallaba con los topes en los tramos de subida. Si ya de por si un tope en una subida es paradójico, imaginar un trailer circulando en una vía de dos carriles es todavía más absurdo. Afortunadamente, unos metros más adelante recurrí a mis ventajas de motociclista para rebasar al trailer junto a un par de repartidores de pizza con los que rodé hasta el fraccionamiento campestre de las Cabañas.
Confirmar que circulaba en la dirección correcta fue sencillo, pues los señalamientos ubicados desde las afueras de Tepotzotlan me marcaron el camino y me indicaron que la distancia entre ambos puntos es de 22 kilómetros. Aproximadamente a los 5 kilómetros se termina la zona urbana y los terrenos ejidales, y su belleza característica en esta época de lluvias sale a relucir haciendo más atractivo el viaje. Los colores, los aromas y hasta las temperaturas cambian radicalmente y vuelven al recorrido una experiencia rica y emocionante.
Como en todos los viajes de aventura, el camino ofrece sobresaltos que se disfrutan en los primeros kilómetros, pues el trayecto de dos carriles ofrece subidas y bajadas en los que es posible encontrar colinas que regalan paisajes hermosísimos. Por desgracia, esta belleza contrasta con el deteriorado estado de la carretera que por momentos emula a un campo atrincherado que castiga las suspensiones de los coches, pero que el motociclista común puede driblar alegremente.
A 4 kilómetros de Arcos del Sitio hay una desviación que lleva a un camino en línea recta que desemboca en el Parque y en donde pude subir hasta cuarta para mantener la velocidad crucero en 70 km/h aunque en algunos tramos logré levantar hasta 85 sin problemas.
Alcancé la entrada de los Arcos poco antes de las 6 de la tarde, con buena luz y con buen tiempo para hacerme unas fotos y regresar antes del anochecer. Aunque ya había leído un poco en internet, me sorprendió conocer los atractivos que ofrece el parque ecoturístico que el municipio de Tepotzotlán construyó al lado de los Arcos, y en donde es posible disfrutar de un pequeño lago para remar, una zona amplia para hacer parrilladas, disfrutar del restaurant del parque, montar a caballo, lanzarse de tirolesa o nadar en una de sus dos albercas con agua caliente.
Claro, todo esto tiene un costo, de modo que después de pagar $35 y recibir el boleto de entrada que emite la comunidad de San Francisco Magú (que por cierto, goza del decreto presidencial de exclusión de pago de impuestos concedido por Benito Juárez) entré al parque pese a darme cuenta que estaba a punto de llover.
Pero no estaba dispuesto a rodar tan lejos solo para sacar un par de fotos y dar vuelta atrás, de modo que conduje mi moto por un camino de bajada que lleva a la base de los Arcos, pasando a un lado de las albercas, la zona de juegos y que termina en un pequeño lago y una zona de camping.
Quizá por la hora del día o porque es conocido que en esta época las lluvias son frecuentes por las tardes, en el parque no había muchos visitantes, lo cual me dio la oportunidad de sacar fotos limpias y evitar la pena de ser pillado haciendome el famosísimo autoshot jeje.
Pero como la llovizna amenazaba en volverse una copiosa lluvia decidí emprender el regreso, solo que esta vez acompañado de mi ipod y los furiosos riffs de guitarra de Judas Priest y sus letras de índole motociclista en rolas como "Freewheel burning" en las que Rob Halford canta: "Fast and furious, we ride the universe.."
Manejar con música dentro del casco a través de los caminos desiertos es una experiencia alucinante. La esencia básica del rock and roll: velocidad + emoción + libertad se disfruta muchísimo de esa manera. Por desgracia, dos factores no considerados dieron al traste con mi experiencia religiosa cuando la lluvia me empapó completamente y el terrible frio del viento me dejó congelados los pies, las piernas y... pues si, también los cojones :(
Pero una vez superada la cortina de lluvia el mismo viento se encargó de retirar el exceso de humedad de mi ropa y me permitió manejar relativamente tranquilo. Eso hasta que un terrible sobresalto me hizo apretar los dientes y sentir una carga de adrenalina hormigueando en los dedos de mis manos. Resulta que al rodar a unos 70 kilómetros por hora, un tope ubicado a unos 10 metros me hizo pisar el freno trasero, pero al ver que no sería suficiente, frené con el de adelante aumentando la potencia contra el pavimentos mojado, que a esa velocidad provocó que la moto "serpenteara" un poco antes de librar el tope.
La verdad es que por primera vez sentí miedo de caerme, de modo que decidí llevarmela más tranquila al comprobar que la respuesta de la moto sobre terreno mojado es muy diferente a la de un auto. También me di cuenta que en los tramos con mucha afluencia vehícular el hule que se adhiere al pavimento deja el terreno bastante resbaloso.
Antes de llegar a Tepotzotlán me detuve un momento para comprar elotes recien cortados de las milpas que vi en el camino y que me permitieron comprobar la resistencia de la red elástica que coloqué en el asiento de la moto. Y también para regresar a casa con una prueba física de mi paso por la soledad de esos territorios alejados, en los que las voces cotidianas se extinguen y se pierde completamente la dimensión de lo ordinario.
Esos territorios en donde se percibe más claramente la sensación de estar vivo, sentirse libre y jodidamente feliz.
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Felicidades, da gusto ver como ruedas, que aprendes de todo lo que pasa, acá por la capital del estado hay un anuncio grande, que muestra los arcos, y cada que paso por el quiero ir, el tiempo y otros planes deja esa rodada para después, pero gracias por el tiempo, la dedicación, cuida tu maquina, por que las cosas por servir se acaban, cuando llueva ten cuidado con las partes metálicas que encuentres en el camino, como las coladeras ya sea las redondas o las rectangulares, las vías del tren seguro te tiran si está lloviendo y encuentras aceite en tu rodar, aquí el problema de una caída no es como caigas, si no que viene detrás de ti, eso si me da miedo, espero te allá servido el comentario de manejar con o sin música, te recomiendo que pruebes las curvas.
Atte. Almighty
Saludos.